Por qué siempre buscas a tu media naranja y acabas con alguien muy distinto

 ¿En realidad lo que buscamos en una pareja es alguien distinto a nosotros, ese polo opuesto, lo desconocido que nos pone a mil y nos saca de quicio?

La tortilla de patatas con o sin cebolla, de izquierdas o de derechas, qué hay después de la muerte, Messi o Cristiano. Debates absurdos e inacabables que levantan tantas pasiones como ampollas. Sucede lo mismo con la clásica pregunta sobre el amor y las parejas que lleva años persiguiéndonos: cuando se trata de parejas, es bueno que nos parezcamos como esos perros que se parecen a sus amos o, por el contrario, lo mejor es que seamos personas tan diferentes como una choni y una pija. Dicho de otro modo: ¿existen las medias naranjas, las almas gemelas y las gotas de agua? ¿en realidad lo que buscamos en una pareja es alguien distinto a nosotros, ese polo opuesto, lo desconocido que nos pone a mil y nos saca de quicio?


Medias naranjas

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Las medias naranjas, los amores en los que dos personas se parecen como gotas de agua, son el paradigma que ha imperado en nuestra sociedad desde hace miles de años y el que la industria de Hollywood se ha encargado de tatuarnos en la frente desde el siglo pasado. La historia de Romeo y Julieta, con sus familias tan distintas pero ellos tan iguales, ha sido adaptada hasta la saciedad en pelis, series y libros. Para Freud la cosa está muy clara, si buscamos a alguien que se nos parezca es porque andamos a la caza de alguien que se asemeje a nuestros padres ¡qué mal rollo! y, por lo tanto, a nosotros.


Tú pera y yo naranja

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La macarra flipa con la calma del bohemio y al bohemio se pone cachondo cuando la macarra consigue hacerle sacar su lado más salvaje. De hecho, a juzgar por la mayoría de personas entrevistadas para este artículo, este tipo de amor está en alza. Preferimos gente que implique un reto para nosotros, que nos hagan salirnos de nuestras casillas, gente que, como afirma el filósofo Rafael Argullol, nos plantee un misterio o un enigma. Cuando alguien te diga: "Parece que nos conocemos de toda la vida" ¡Corre! ¡Huye! pues esa relación que no entraña juego ni reto, está condenada al fracaso más absoluto.


Naranjas enteras

Como en todo: ni tanto, ni tan poco. Más que nada porque la media naranja implica asumir que somos individuos inacabados que necesitan de otras personas para ser completos ¡no mola nada!, y porque los opuestos se atraen pero también friccionan. Desde la ecología emocional lo que se proponen son las naranjas enteras. En su libro, ecología emocional, Jaume Soler y Mercè Conangla, exploran una fórmula que rompe con las anteriores y que se basa en un claro precepto: cada cual debe llegar a su propia fórmula de amor, de forma libre y sin atender a ningún modelo.

Según esta teoría, que se remonta al año 2002 más o menos, no pasa nada si los dos miembros de la pareja sois unos auténticos freaks de los videojuegos. Tampoco sucede nada si a un miembro la encanta leer y el otro no ha leído un libro en su vida. Es decir, para los ecologistas emocionales un lío entre Punset y Leticia Sabater es 100% posible. Fuera bromas, lo cierto es que lo común vincula al inicio de una relación, sin embargo, la mayoría de las relaciones se nutren de la diversidad. Por todo ello, lo más importante en una relación es gestionar las diferencias creando puentes que unan. En definitiva, escoger a tu pareja desde la libertad.