Lo que aprendí de una pareja que nunca me decía 'te quiero'

Todo era como se supone que tienen que ser estas cosas, como cualquiera desearía. Salvo por un pequeño detalle: nunca me decía que me quería.

By Lítera

A día de hoy sigo teniendo muchas dudas. La nuestra fue una de esas relaciones tibias, de las que empiezan casi sin querer. Solíamos coincidir y decidimos ir un día a tomar unas cervezas. Después de aquel primer encuentro, empezamos a vernos con mucha más frecuencia y, cuando quise darme cuenta, ya llevábamos seis meses saliendo. Todo iba tan bien que nos fuimos a vivir juntos. Y llevábamos conviviendo varios meses y todo era fácil y tranquilo. Teníamos vidas por separado trabajo, amigos, aficiones, pero siempre teníamos un lugar al que volver. Todo era como se supone que tienen que ser estas cosas, como cualquiera desearía. Salvo por un pequeño detalle: nunca me decía que me quería.

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Al principio no le di importancia. No se trataba de una persona especialmente expresiva ni demasiado cariñosa. Demostraba las cosas a su manera. Con su constancia. En ningún momento tuve la más mínima duda respecto a que lo nuestro iba hacia adelante. Estaba claro que quería estar conmigo. Supongo que después de una larga serie de relaciones basadas en cierto grado de inseguridad, la sensación de rutina y de seguridad que me transmitía me hacía sentir muy bien. Rebajé mi grado de intensidad y me amoldé a este nuevo modo de estar con alguien: consistía en estar y en saber que íbamos a seguir estando. Se basaba en un amor tácito.

Pero llegó un momento en que dejó de valerme que el amor fuera tácito, que yo tuviera que asumir no recibirlo más que implícitamente. Así que hice un experimento. Le dije que le quería y me contestó con un "y yo a ti". Y, aun así, ese "y yo a ti" se me quedó cojo. ¿Por qué no me decía que me quería? ¿Es que no lo tenía claro? ¿O es que yo tenía que aceptar que esa era, simplemente, su forma de ser? ¿Por qué no me valían los hechos y necesitaba tan desesperadamente esa frase?

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Tiempo después, le comenté a un amigo mi situación. Creo que lo que buscaba en el fondo era que me dijera que no me preocupara, que las relaciones no son como en las películas y que no todo el mundo demuestra las cosas igual. Creo que quería que me respondiera el discurso con el que, internamente, había estado convenciéndome de que todo estaba bien. Sin embargo, no fue eso lo que me encontré.

Él me dijo que era normal que necesitara que mi pareja me dijera que me quería. Que, a lo mejor, si yo tuviera una forma de ser más parecida a la de mi pareja en cuanto a la forma de expresar el cariño, podría estar en esa relación sin sentirme mal. Pero que si echaba en falta que me dijeran explícitamente que me querían, no tenía que minusvalorar esa necesidad. Que era una necesidad sana. No es raro querer saberse querido por tu pareja.

Así que aprendí que es fundamental demostrar con hechos, pero también con palabras. Que es importante expresar el amor con absolutamente todos los recursos que tengas, y que no tenía que aceptar ese amor por ser el único si no me hacía feliz por completo. Aprendí que si no mantenía la llama encendida con palabras, nuestra relación se apagaría. Y yo había estado permitiendo que eso sucediera, me había estado conformando con el amor en silencio.


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