Por Qué Los 'Talent Shows' Machacan El Talento Y Fomentan La Depresión

Si nos limitamos a pensar en audiencias, los talent shows son, actualmente, una de las 'gallinas de oro' de la televisión. La mecánica es perfecta en sus cimientos: un jurado especializado valora y elige a los mejores concursantes con talentos supues

Si nos limitamos a pensar en audiencias, los talent shows son, actualmente, una de las 'gallinas de oro' de la televisión. La mecánica es perfecta en sus cimientos: un jurado especializado valora y elige a los mejores concursantes con talentos supuestamente extraordinarios, y estos se darán a conocer a las masas que, posteriormente, se convertirán en futuros seguidores.

Todo suena fácil e increíblemente eficaz. Si a todo esto se le suma el aprecio que le tiene la gente a estos formatos, ¿cómo podría una plataforma así quedarse en un trampolín a una piscina vacía? La respuesta: los concursantes son lo último que importa en todo este espectáculo. La humillación, los abusos en los contratos, los sueños incumplidos, la explotación del talento y el trato de favor a algunos -por encima de las ilusiones de los demás-, son una constante en estos programas. 

Muchos de estos talents, como La Voz o, en su momento, Operación Triunfo, revisten todo este espectáculo de formación o de 'proceso de aprendizaje' para los concursantes, pero, desde el primer momento, les obligan a competir con sus propios compañeros al más puro estilo del circo romano. Y si ellos siguen teniendo ese espíritu de compañerismo, ya se encargará el jurado o los coaches como se les está llamando ahora de destacar a “los que de verdad valen” y situarlos por encima del montón.

Y todo esto podría tener un final constructivo, si estos tres o cuatro responsables estuvieran realmente capacitados para dar este tipo de veredictos, pero la mayoría de los comentarios se limitan a tonterías y obviedades como “he estado a punto de decir que sí, pero al final no”, “tienes ese no sé qué, que qué sé yo” o “cuando has sacado eso que llevas dentro, me he emocionado”. ¿Qué es lo que llevo dentro? ¿Qué clase de aportación me estás dando para mejorar la manera en la que lo hago? Se supone que estás ahí para eso, pero lo único que me das son sentencias que cualquier persona del público podría haber desarrollado con bastante más criterio.

Esto viene, básicamente, por lo comentado con anterioridad: el concursante es la pieza menos valorada de este engranaje. ¿Te acuerdas de Tú Sí Que Vales?  El concurso de Telecinco tenía dos tipos de concursantes, muy bien diferenciados: los que tenían talento y los bufones. A estos últimos les dedicaban más tiempo; se reían de ellos, se subían al escenario a imitarles, hablaban de su vestimenta, de la vergüenza ajena que daban y, finalmente, para casa sin excepciones. Daba más audiencia que la gente se mofara de ellos, en vez de, en un principio, decirles que no están al nivel del resto, evitándoles una humillación pública. Pero ha habido situaciones peores, en las que se ha llegado a insultar a los concursantes, como en el ejemplo del vídeo, donde Natalia Kills, jurado de X Factor Nueva Zelanda, desprecia y denigra a Joe Irvine por su vestimenta.

Un minuto de televisión puede alzarte como un dios entre el público o lanzarte contra el suelo y sin paracaídas. La presión que conlleva este tipo de fama deja mucha marca. La ganadora de X Factor 2008 en Reino Unido, Alexandra Burke, confesó hace poco que su paso por el concurso la sumergió en una depresión que aún se lleva a sus conciertos. Habló de la intimidación que se sufre al ver tanta gente que te apoya, que confía en ti y que ni siquiera te conoce. “Te sientes rodeado de cámaras y focos que recogen cada uno de tus movimientos, y las inseguridades las sientes más fuerte que nunca. Por un lado, me pedían matrimonio; por el otro, me están bombardeando con insultos por mi físico”. Expuestos desde el minuto cero a la audiencia, lo peor de todo, como siempre, son los haters, esa gente que se dedica a hundir a la gente sin ningún otro objetivo que el de destrozar la moral de los demás.

Lo doloroso es que, al principio, todo es precioso: la gente te conoce gracias a ese talento increíble, gozas haciendo disfrutar a todos los seguidores que la televisión te ha regalado y, en definitiva, lo tienes todo para triunfar. Esa es la idea con la que sales si tienes la suerte de derrotar a todos tus “compañeros” y, aún así, has superado toda la presión a tu al rededor. Pero pronto se va a desvanecer: has sido un juguete de una productora y todas las promesas que escuchaste se van a quedar en nada. Y espérate a escuchar por la calle: “ahh ¿este es uno de los 'triunfitos'? ¿o salió en La Voz? Mira que no me suena de nada, ¿eh?” La cuestión es: ¿De verdad un talent show es la mejor plataforma para la gente con talento?