La razón por la que tienes tremendos monólogos contigo mismo

Tu voz interior intenta protegerte. Pero a veces se pasa de la raya

Podrían grabarse temporadas enteras con las historias que tienes en tu cabeza. Partes de una idea, de un punto concreto, y tu voz interior comienza a apoderarse de la situación: cuando quieres darte cuenta, has recorrido mentalmente tropecientos escenarios diferentes. Esa voz es hiperactiva. Elocuente. Creativa. Tiene muchísimo que decir. Muchísimo que conectar. Tanto que a veces puede ser extenuante. En especial cuando sus monólogos giran en torno a situaciones desagradables, dolorosas o temibles. ¿Qué hace ahí? ¿Por qué no se va?

Según explica la psicóloga Loreto Barrios en un artículo de El Confidencial, "la reflexión interior en voz alta y a solas se puede producir por varios motivos", uno de los cuales "es darnos instrucciones verbales cuando estamos realizando tareas complejas porque ayuda a mantener la concentración en el objetivo". En este tipo de situaciones, tu voz interna, tu particular monologuista, es unx aliadx que quiere lo mejor para ti y se esfuerza para que afrontes las circunstancias de la mejor manera posible. El típico ángel en el hombro. 

Cuidado con la rumiación

Sin embargo, esa obsesión de tu voz interior por mantenerte a salvo puede volverse también tóxica. En esos casos, apunta la propia Barrios, su monólogo se convierte "básicamente en rumiación o ruido mental". Y ahí empiezan los problemas. Primero, para tu estado de ánimo. Y segundo, para el estado anímico de quienes te rodean. En palabras de la psicóloga, "cuando una persona tiene un diálogo interno negativo, es frecuente que acabe contagiando su negatividad a los demás, mientras que si es positivo generará un clima agradable".

En determinados contextos, como periodos de intensa ansiedad o periodos depresivos, el diálogo interno negativo puede pasar de molesto a perjudicial. Un obstáculo tremendo en el camino hacia la recuperación. De ahí que los psicoterapeutas hayan desarrollado mecanismos para contrarrestar su influencia. De todos ellos, el ejercicio de la silla vacía es uno de los más útiles. Consiste básicamente en sentarse en una silla frente a otra silla vacía y hablar con unx mismo. O mejor dicho: con la voz interna, como si fuera otra persona.

"Es un método para abordar cuestiones no resueltas. Por ejemplo, para tratar la ansiedad o el estrés, el paciente ve en la silla esa parte de sí mismo que intenta mandarle mensajes para así después poder gestionarlos y actuar en consecuencia", señala esta especialista. Además, la terapia de la silla vacía también es muy productiva para transitar los duelos, ya que permite "'hablar' con el ser querido que ha fallecido y cerrar el duelo enquistado". O incluso un duelo por ruptura. ¿Cuántas cosas te quedaron por decirle cuando se marchó? Tu voz interior te lo recuerda constantemente. Y quizá sea hora de enfrentarla de tú a tú.