Quedar un mediodía del sábado para tomar una cañita y hablar de la vida con tu amigx es muy sencillo. Sale natural. Pero las cosas son muy diferentes cuando tienes que afrontar una conversación incómoda. Algunos asuntos son muy delicados, pero no debes esquivarlos. Como apuntan desde Poosh, "complacer a los demás puede ser efectivo a corto plazo, pero no produce una conexión real, confianza, autenticidad, amor y apoyo duraderos". A veces, y aunque lo detestes, toca hablar de lo desagradable, de lo incómodo y, en ocasiones, de lo Poosh incluso. Aquí van unos cuantos consejos para hacerlo de la mejor manera posible.
Pasos principales
Uno, involúcrate emocionalmente en la conversación. Habla desde el yo. Frases como "me siento mejor cuando podemos hablar tranquilamente de las cosas" o "me siento herido cuando no hablamos" son un buen modo de establecer conexiones, según asegura en este mismo medio la especialista en bienestar Erica Spiegelman. Dos, escucha atentamente lo que tiene que decir la otra persona. Aunque estés molestx o decepcionadx, no te cierres en tus argumentos. Así, tal vez, "haya espacio para aceptar tu parte de responsabilidad o descubrir cómo ayudar a la otra persona". Es increíble cuánto mejora la vida cuando levantas la mirada de tu ombligo.
Escuchar está muy bien. De hecho es imprescindible en cualquier conversación, mucho más en una tan delicada como la que quieres tener. Pero también lo es hablar asertivamente. En palabras de la propia Spiegelman, "di tu verdad, di cómo te sientes, sé vulnerable y deja de lado las cosas que no puedes controlar, como la respuesta de la otra persona". Tus pensamientos, tus emociones y tus necesidades son importantes. Se trata de hallar un equilibrio en el que ambxs podáis expresaros con honestidad. De nada te sirve disfrazar tus ideas en un intento por no generar conflicto. Eso no te llevará a ninguna parte. No os llevará a ninguna parte.
Lo que depende de ti
El cuarto consejo de esta experta es el establecimiento de límites. Las conversaciones delicadas lo son porque activan emociones en una de las partes o, más probablemente, en ambas partes. Y es comprensible que bajo la influencia de esas emociones se descontrole un poquito el tono comunicativo o la manera en la que se construyen las opiniones. Pero hay barreras que no quieres que la otra persona salte. Dependen de ti. Puede que no toleres que te alcen la voz, que menosprecien tu inteligencia, que no te dejen exponer tus argumentos hasta el final o simplemente que te culpen permanentemente. Es necesario buscar un diálogo saludable.
Aunque el trabajo no comienza en la conversación en sí. Tal como recuerda esta consejera, puedes preparar el encuentro unos días antes. "Escribe tus pensamientos y qué puntos te gustaría abordar. Podemos recordar mejor nuestros sentimientos y lo que queremos expresar si lo anotamos y somos conscientes de ello", añade Spiegelman. En lugar de intentar poner tus ideas en orden en la propia conversación, lo que puede ser muy difícil dada la tensión ambiental, puedes intentar aclararlas antes e ir con la mente más clara. Ánimo. Si tanto tú como la otra persona tenéis buenas intenciones, no debería salir mal. El esfuerzo merece la pena.