Que sí, cariño, que estás en una de esas etapas en las que parece que el universo conspira en tu contra. De repente todo te está saliendo mal. Tu ligue no te hace caso, el trabajo te amarga o tu familia está haciéndote la vida imposible. Tienes derecho a quejarte, y tanto que sí. Así que te quejas. Te quejas todo el rato.
La primera vez que fuiste a contárselo a tu gente, te escucharon atentamente. Te ofrecieron consuelo, hombro y consejo y te sentiste mejor. Pero en lugar de intentar coger impulso y salir de esa situación, reconócelo, preferiste quedarte en tu drama. Estás mal, y eso tiene cierto encanto. Puedes permitirte hacer comentarios cínicos, ir por la vida con una cara hasta el suelo y pedir que la gente vaya a verte porque la soledad te sienta de pena. Te lo mereces. Estás en un 'mal momento' y necesitas que te cuiden.

Tienes la sensación de que siempre has estado ahí para todo el mundo y que ahora te toca a ti. Es tu turno. Si tienes que volver al mismo tema una y otra vez, el deber del resto es atenderte. Anda que no te has comido tú rayadas de toda la peña. Tienes todo el derecho a entrar en los sitios llevando una nube negra sobre la cabeza.
Te molesta la reacción de los demás. Te mosqueas cuando intentan decirte que no es para tanto, porque sí lo es. Sientes que minimizan tus problemas. No te entienden. Y la nubecilla relampaguea con rabia.
Odias que te digan que no puedes seguir así. Claro que puedes. Si supieran hasta qué punto tus problemas te afectan se darían cuenta. No están empatizando. Son unos egoístas. Tú siempre has comprendido todo cuando te lo han contado y no puedes entender que quiten hierro o que intenten animarte. ¡Estás mal! ¿Es tan difícil de entender? Y la nubecilla se oscurece aún más.

Y lo peor es cuando alguien se pone de ejemplo. Rollo "te entiendo porque a mí me pasa algo parecido". No, perdona. Tu problema es una estupidez al lado del mío. ¿Cómo es posible que utilices mi llamada de socorro para contarme tu vida? ¡Me toca a mí! Y la nubecilla truena como una fiera hambrienta.
Ahora en serio. Todos hemos caído en esa actitud un montón de veces. Pero no puedes pretender que los demás te saquemos de donde estás si tú no tienes interés en salir de ahí. Creo que es momento de que te pongas las pilas. Tienes derecho a pasar una época de bajón, pero cuando decides regodearte en los problemas en lugar de solucionarlos, cuando rechazas todo consuelo y lo único que haces es quejarte por el placer de oír tu propio drama, perdóname, pero te vuelves directamente insoportable. Y egoísta. Hay un mundo ahí fuera. Hay gente a tu alrededor que también lo pasa mal. No eres el centro del universo.

Nos irá mejor a todos si nos apoyamos unos en otros en lugar de hacer una competición de problemas para ver quién sufre más. Mi hombro, mi oído y mi consejo están aquí para cuando los quieras. Seguro que los encuentras fácilmente cuando dejes de mirarte el ombligo.
Crédito de la imagen: Sarah Buthmann