Guía completa sobre inteligencia emocional

La inteligencia emocional es la capacidad que tenemos de tomar conciencia, comprender y controlar nuestras propias emociones y las de los demás

Cuando la vida nos pone ante un desencuentro en el trabajo, una pelea con un amigo o una ruptura, la forma en que reaccionamos puede determinar que el conflicto se perpetúe, se magnifique y se enquiste o se solucione de una manera en que haga el menor daño posible a todos los implicados. Esto suele depender de la inteligencia de cada uno, pero no la que nos hace memorizar con facilidad, hacer cálculos o pensar de forma analítica, sino lo que llaman inteligencia emocional. Es un concepto que sobrevuela muchas conversaciones y artículos pero pocos tienen clara su definición. Para salir de dudas, la psicóloga Amanda Ramos nos aclara de qué se trata: la inteligencia emocional es “la capacidad que tenemos de tomar conciencia, comprender y controlar nuestras propias emociones y las de los demás”.

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Qué son las emociones

Amanda asegura que esa toma de conciencia es indispensable, en especial para “conseguir un desarrollo emocional, no dejarnos llevar por impulsos, empatizar, motivarnos… En definitiva, nos ayuda a conocernos para tener relaciones enriquecedoras”. Los beneficios pueden manifestarse de diferentes maneras, un mayor autoconocimiento hará que tomes mejores decisiones, te ayudará a controlar el estrés y la ansiedad, y también a enfrentarte a los conflictos, entre otras cosas. Y todo ello repercutirá en tu vida, tanto personal como profesional, y en la relación que mantienes con los demás.

El primer paso para empezar a educar la inteligencia emocional es conocer la diferencia entre emociones y sentimientos. “Las emociones son reacciones psicofisiológicas que utilizamos para adaptarnos al entorno que nos rodea”, explica la psicóloga. Son experiencias complejas, como la alegría, el miedo, la tristeza o la ira y es necesario aprender a identificarlas. Por su parte los sentimientos, que serían por ejemplo los celos, el amor, el sufrimiento o el dolor, “nos hacen darnos cuenta de esas emociones. Podría decirse que las emociones surgen en lo físico y los sentimientos son los que nos hacen verbalizar cuál es nuestro estado anímico”, continúa. Por lo tanto, los sentimientos surgen como resultado de una emoción y son los que nos permiten ser conscientes de ella.

Durante mucho tiempo, en el ámbito de la Psicología ha existido una tendencia, liderada por Paul Ekman, que consideraba que la expresión de las emociones era universal. Es decir, que todo ser humano expresa la tristeza o la alegría con la misma gestualidad, algo que Paul Ekman ponen en tela de juicio. Amanda Ramos explica que “las emociones son innatas y universales”. Por lo tanto, “lo que depende de la cultura es su manifestación”. Y aclara: “por ejemplo, [en nuestra sociedad] no es igual que llore un hombre a que lo haga una mujer”. De ahí que sea poco habitual que un hombre exprese su tristeza mediante el llanto, aunque, como la propia cultura, está empezando a cambiar en algunos sectores de la sociedad.

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Cómo se lleva a cabo la educación emocional

Una de las formas de trabajar este tipo de inteligencia es mediante la educación emocional. Este aprendizaje “persigue el desarrollo de competencias emocionales”, además de la adquisición de “autoconocimiento, habilidades sociales, motivación, empatía y autorregulación emocional”, destaca la psicóloga.

Y como todo, es un proceso que comienza en la infancia y que nunca acaba. Las primeras emociones se imprimen entre los 0 y los 2 años absorbiendo todas las que se producen entre los padres y las personas con las que interactúan los bebés. Después siguen tanto en la familia como en las aulas y con el contacto con otras personas de la misma edad. Existe, además, una tendencia creciente que aboga por incluir esta enseñanza en los propios currículos escolares. De esta forma se pretende trabajar desde edades tempranas de manera preventiva, para así evitar los problemas causados por perturbaciones emocionales en el futuro.

Daniel Goleman y la inteligencia emocional

La inteligencia emocional no es algo nuevo; la literatura psicológica trabaja el concepto desde inicios del siglo XX. Pero la popularización del término se la debemos a Daniel Goleman, responsable de que todos la conozcamos aunque sea de oídas. En 1995 fue cuando publicó Inteligencia Emocional, su célebre libro que llegó a convertirse en un best seller en varios idiomas. Fue en ese momento cuando comenzó la difusión del concepto; hasta entonces había pasado desapercibido.

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Una de las grandes aportaciones de Goleman a este ámbito fue determinar que el éxito de una persona no viene dado en exclusiva por el cociente intelectual, baremo que se usa habitualmente para valorar la inteligencia, o por sus estudios, sino por la mezcla de ambos junto con el conocimiento emocional. Para él, según Amanda Ramos, “ciertas habilidades emocionales vienen configuradas en nuestro paquete genético, pero muchas otras pueden ser desarrolladas a lo largo de nuestra vida”.

Daniel Goleman diferencia dos tipos de habilidades en la inteligencia emocional. Por un lado están las internas, entre las que incluye el autoconocimiento, la motivación y el control emocional; y por otro las habilidades externas, donde incorpora competencias como la empatía y la destreza social. Todas ellas se pueden alcanzar con el debido entrenamiento.

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El test sobre inteligencia emocional

No existe una prueba que le ponga nota a la inteligencia emocional, pero sí hay un test que puede ayudarte a determinar en qué punto te encuentras para empezar a trabajarla. con la que sepamos cuánto tenemos que trabajarla. A modo de orientación, Amanda explica que “una persona con baja inteligencia emocional, actuará de manera más impulsiva e irracional, mientras que  alguien con alta inteligencia emocional contará con una perspectiva más racional e inteligente, lo que le llevará a no desestabilizarse emocionalmente en momentos cruciales”.

Después de todo, ya solo te queda entrar en faena y trabajar en el desarrollo de tu inteligencia emocional. Para ello tienes que comenzar a cuestionarte a ti mismo. Y esa es la parte más difícil. Para facilitarte la tarea, Amanda Ramos recomienda hacerse preguntas del tipo: “estoy obligado a hacerlo? ¿tengo alternativas?; un día que paso disfrutando de mi soledad ¿es un día perdido? ¿me sirve de autoconocimiento?”. También asegura que es importante aprender a aceptar las emociones “conocidas popularmente como negativas”, porque afirma que “las emociones no son positivas ni negativas, todas son necesarias y buenas maestras”.

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Ante todo, “es imprescindible conocer la emoción que se esconde detrás de nuestros actos y saber verbalizarla”, subraya Ramos. Así que deja de convencerte pensando que solo se trata de un día malo, cuando en realidad llevas tres seguidos diciéndote lo mismo. Respira hondo y recapacita sobre qué te hace sentir tan desganado en lugar de dejarte llevar por esas emociones que te impiden hacer algo al respecto.

“Sentir es un privilegio y aprender a expresar nuestras emociones nos ayudará a acercarnos a quienes amamos”.

Rosa Collado, psicóloga y psicoterapéuta, autora del prólogo de Emocionario, di lo que sientes

Crédito de la imagen principal: Sandy Kim