Por qué cada vez hay más gente que cree en teorías de la conspiración

En plena pandemia global las teorías conspirativas han alcanzado máximos históricos, esta es la explicación más plausible para su auge

Todos conocemos a una de esas personas que prefieren una intrincada narrativa conspiratoria que una vana explicación racional. El increíble hombre de las nieves sobrevive guarecido en las montañas del Himalaya, el Club Bilderberg pacta los designios planetarios en una pijamada de casa rural, los chemtrails cumplen nada más y nada menos que una función esterilizadora y Elvis nunca murió sino que pasa las tardes jugando a Among Us con Jim Morrison y Tupac Shakur. Con mascarillas, claro. La pregunta es: ¿qué se esconde desde el punto de vista psicológico tras esta interminable obsesión por las conspiraciones?

Joseph M. Pierre, profesor del Departamento de Psiquiatría y Ciencias Bioconductuales de la Universidad de California en Los Ángeles, establece en un artículo para Psychology Today varias necesidades psicológicas que parecen estar presentes en todas las personas conspiranoicas que conoces. Para ello analiza con mucho detalle una de las teorías conspirativas más recientes: establece, esa hipotésis que asegura que el mundo está gobernado por una colosal red de tráfico infantil con fines sexuales conformada por famosos y políticos de izquierda que supuestamente solo Donald Trump combate. El gran héroe.

En ese sentido una de las principales necesidades psicológicas escondidas tras esta predisposición a creer en historias rocambolescas, dice Pierre, es la necesidad de certeza. "Las teorías de la conspiración ofrecen cierta tranquilidad de que las cosas pasan por una razón". Nuestro cerebro ama la certidumbre, pero existen cerebros que la necesitan más que otros. Para estos puede resultar más sencillo aceptar una historia bizarra e improbable que una realidad indescifrable y tan compleja que escapa a nuestro entendimiento. Como dice el especialista, QAnon, como tantas otras conspiraciones, ofrece control.

Pero no es la única necesidad psicológica que satisfacen estas maquinaciones fantasiosas. Según Pierre, otra muy importante es la necesidad de sentirse especial respecto a los demás. "Las teorías de la conspiración pueden hacer que los creyentes se sientan especiales porque saben secretos que el resto de la gente ignora ciegamente", explica este experto. Y este manejo de información supuestamente valiosa nos conduce a otra de las necesidades psicológicas claves que sacian las teorías conspiranoicas: la necesidad de recompensa a través del desciframiento de nuevas pistas de información. Las teorías son como un juego.

Así lo explica Pierre. "Los jugadores esperan ansiosamente la oportunidad de descifrar pistas crípticas", que generan una recompensa cerebral. "QAnon representa una forma inmersiva de entretenimiento al igual que los juegos online o las apuestas", añade. Además, y según sus investigaciones, las personas que caen en esas teorías fabulosas son personas con un perfil muy parecido al de las personas que caen en sectas: "personas solitarias buscando afiliaciones grupales y emocionales". La ancestral necesidad de pertenencia al grupo. Sin encontrar vías saludables de satisfacer estas necesidades, concluye Pierre, es poco probable que los conspiranoicos dejen de serlo.