Así funciona el lado oscuro del autocontrol y la fuerza de voluntad

A través de un experimento sobre los límites de la moral, se descubrió que estos celebrados rasgos humanos también podían usarse para el mal

Era 2010, en París. Unos investigadores estaban reclutando personas para participar en La Zone Xtrême, un juego de preguntas y respuestas donde, por parejas, uno asumiría el rol de interrogador y el de concursante. Parecía normal. Pero, cuando llegaron, “el juego cogió un rumbo muy oscuro. Al interrogador se le dijo que tenía que castigar al concursante con una descarga eléctrica por cada respuesta incorrecta. También que tenía que ir aumentando la intensidad con cada equivocación, hasta llegar a 460 voltios: más del doble del voltaje de una toma de corriente europea”, explica la BBC.

El juego consistía en pasar 27 rondas, y así ganar el show. Pero como era una prueba piloto, no había premio en metálico: aunque sí descargas. Es decir, habría castigo, pero no recompensa. ¿Valía la pena el dolor? Es lo que estaban dispuestos a comprobar. Llevaron al concursante a un cuarto cerrado y lo ataron a una silla, el interrogador no podía verlo, solo oír sus gritos de dolor. Y a pesar de que no iban a ganar nada, no dejaban de administrar las descargas a la víctima. “Afortunadamente, esos gritos eran solo un acto: en realidad nadie fue electrocutado. Los interrogadores, sin saberlo, estaban participando en un elaborado experimento para explorar la forma en que varios rasgos de personalidad podían influir en el comportamiento moral”, añade el artículo.

Las conclusiones del estudio no fueron las esperadas. Lo que se imaginaban es que aquellxs que seguirían administrando dolor a pesar de los gritos serían personas impulsivas, antisociales, de esas que la sociedad ha dejado al margen. Y, sin embargo, fue al revés. “Los participantes que se mostraron dispuestos a administrar las mayores descargas también eran aquellos que habían sido identificadas como las más concienzudos, un rasgo normalmente asociado con un comportamiento cuidadoso, disciplinado y moral. A las personas que están acostumbradas a ser organizadas y cumplidoras, con una buena integración social, les resulta más difícil desobedecer”, aunque eso suponga torturar a otro ser humano, asegura Laurent Bègue, encargado de analizar el comportamiento de los participantes.

Esto sirvió para desmontar algunos de los mitos más establecidos en la psicología, que las personas con mucho autocontrol y fuerza de voluntad son el ejemplo a seguir. Según diversos estudios, este tipo de personas tenían “capacidad para superar sus impulsos más básicos”, lo que suponía que “tenían menos probabilidades de actuar de manera agresiva o violenta, y tenían menos probabilidades de tener antecedentes penales. De hecho, algunos científicos incluso llegaron a compararlo con una especie de "músculo moral" que determina nuestra capacidad para actuar éticamente”, afirma el artículo.

Pero con este experimento y los que vinieron después, que explica en detalle el artículo de la cadena británica, se desmontó esta idea: lo único que determinaba su ética era el contexto. “El autocontrol es solo una herramienta para la consecución de objetivos, y que estos pueden ser tanto buenos como malos”, y bajo presión, esta “gran cualidad” puede convertirse en algo terrible, concluyeron los investigadores. Al final, el autocontrol depende, como la moral o la fe, del contexto. Ninguna cualidad es buena per se. Lo explicó muy bien, décadas antes del experimento, Hannah Arendt, cuando hablaba de la “banalidad del mal”, un concepto que no hace referencia a la fuerza de voluntad de las personas a diferencia este experimento, pero que servía para explicar las banalidad del mal, donde había peones que participaban en el genocidio como simples funcionarios, sin preguntarse sus implicaciones éticas. Una inquietud que siempre ha existido y que demuestra que incluso las cualidades que tanto celebramos pueden ser negativas.