El exceso de pensamiento positivo está haciendo mucho daño a la salud mental

Debemos aprender a normalizar que podemos estar mal y que el bienestar emocional lleva su tiempo, el cual es diferente para cada persona

Te acaban de destrozar el corazón y, aunque de primeras no hay nada que te haga salir de tu dolor, los consejos que recibes son: ponte bien. No es esto lo único que escuchas a tu alrededor, recibes todo el rato frases del tipo “sonríe y todo mejorará”, “ya verás que en nada te pones bien”, “todo va a ir bien”, “pronto estarás mejor”… Todo esto puede que sea verdad pero, ¿a qué viene tanta insistencia?¿por qué tenemos que estar bien todo el tiempo?¿qué pasa si estamos mal?¿por qué tenemos que ponernos bien cuanto antes? Está claro que la gente que nos quiere no desea vernos sufrir pero el mensaje de expandir el pensamiento positivo es tan grande y tiene tanta influencia que no podemos estar mal. Ahora reclamamos que está bien no estar bien y que, cada persona necesita su propio tiempo para gestionar su dolor y su tristeza, es decir, cuidar a su manera su salud mental. 

La presión para estar bien

Nos han pedido, desde siempre, que vayamos por el buen camino, que todo va a ir bien y que tenemos que ser personas de éxito, competentes, estar saludables, ser buenas personas… La presión constante para estar alegres y felices puede, a la larga, afectar a nuestra salud mental. Naomi Osaka, la tenista que abandonó Roland Garros hace unas semanas lo defendía en la portada de la revista Time diciendo It’s ok not to be ok está bien no estar bien. Ella abandonó esta competición para sostener su salud mental y defendía que no tenemos que estar bien y que, además, debemos hablar de ello, debemos poner este tema sobre la mesa porque afecta a muchas más personas de las que creemos. Es importante que personas reconocidas y famosas hablen de este tema porque es necesario que existan referentes a nivel mundial que afirmen que no pasa nada si estamos fatal.

No solo aparece esta sensación tras la crisis por la pandemia, se trata de una realidad que lleva años silenciada y que, por fin, poco a poco, se está poniendo en boca de todxs. Esta voz no solo gira alrededor de que tenemos el permiso y la libertad para estar mal, también es importante recalcar que no pasa nada si no sabemos qué queremos en la vida, si no sabemos quiénes somos, si no sabemos hacia dónde tenemos que ir. La cultura y la sociedad nos reclaman que tenemos que tener la respuesta para todas estas casillas y, a veces, nos abruma el hecho de sentirnos perdidxs. Las personas que hemos perdido o los baches por los que hemos pasado en estos últimos dos años son bastante angustiosos, con lo cual bastante es que estemos intentando aceptar esta realidad tal cual viene como para, además, tener que recibirla con una sonrisa.

La salud mental

No es posible mantener por tiempo indefinido una sensación de angustia, eso está claro pero cada persona debe hacer su propio recorrido y no es de mucha ayuda que el entorno reclame su alegría o su bienestar. No solo está bien no estar bien, también está bien saber que no lo estamos y compartirlo. De esta manera la salud mental cobra un peso mayor y se normaliza, al fin y al cabo, la nueva normalidad hacia la que nos dirigimos tendrá que tener este tema como uno de los ejes principales en los que se irá restableciendo la sociedad en su conjunto. Aunque en España hay cierto retraso a la hora de reclamar una plena atención sobre el tema de la salud mental, cada día más personalidades reconocidas normalizan este tema.

No hay que temer el rechazo. Si eres capaz de hablar de que no estás bien y recibes respuestas incomprensibles o carentes de empatía, no ocurre nada. Hay miles de personas a las que esto les parece mal y que no son capaces de entender que podemos no estar bien. Cada unx debe llevar su tiempo, rodearse de personas que sean capaces de comprender que el camino hacia el bienestar puede no ser rápido y que, aunque ahora estamos genial, podemos tener etapas de bajón, de desasosiego y de sentir que no encontramos nuestro lugar en el mundo. Ante esto, a veces, el mejor consejo es el silencio, la compañía y, quien tenga la oportunidad, por supuesto, la terapia.