Cuando Debes Dejar De Vivir Para Los Demás Y Empezar A Vivir Para Ti

Aunque hayas estado toda tu vida dando a los demás, en el momento en el que decidas que tus intereses van por delante algún sabio moralmente superior te llamará egoísta.

 

En este mundo hay dos tipos de personas: los que cuando tienen que tomar una elección piensan primero en los demás, y los que piensan primero en sí mismos. Hay poca gente que consiga el equilibrio entre ambas, y hagas lo que hagas encontrarás a alguien que te lo recrimine. Aunque hayas estado toda tu vida dando a los demás, en el momento en el que decidas que tus intereses van por delante algún sabio moralmente superior te llamará egoísta.

Así es la vida, cada uno tiene su manera de actuar y de ver las cosas, y todos estamos a merced de la crítica de los demás. Pero eso no quiere decir que tengamos que doblegarnos a la opinión externa y hacer o decir lo que otros esperan sólo para complacerles.

Con esto no queremos decir que ser egoísta esté bien; queremos decir que a veces hay que ser un poco egoísta y anteponer lo que tú quieres a lo que quieren los demás sin importar otra opinión que no sea la tuya. Unos lo llamarán egoísmo y otros "pensar en uno mismo", que cada cual le ponga el nombre que quiera, pero hay que aceptar que no tiene porque ser malo.

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Estamos hablando de la versión soft de lo que se conoce como egoísmo ético, según el cual las personas deben moralmente obrar en propio interés, pudiendo ayudar a otros siempre y cuando ese acto nos beneficie. Tal vez habría que cambiar lo de 'deber moral' por 'necesidad moral', en tanto que nadie puede vivir una vida plena sin pensar alguna vez en sí mismo.

Por más altruista y buena persona que seas, vivir siempre poniendo a otros por delante desgasta. Desgasta tanto que llega un momento en el que ni tú mismo tienes claro quién eres, en el que te has convertido en alguien que ha dejado de perseguir su propia felicidad para compartir las alegrías de los demás.

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En cierto modo has dejado de ser tú quien lleva las riendas, y todo lo que haces lo haces de manera automática. Que está muy bien pensar en otros e intentar hacerles felices, pero todo tiene un límite. Esa barrera que no se debería sobrepasar nunca es el momento en el que tu existencia no tiene sentido si no es por la felicidad de alguien que no eres tú. Si has llegado a esa situación, por favor, por tu bien se un poco 'egoísta'. Date el capricho de recuperar el control, de ser consciente de ti mismo y de tus necesidades, y que digan lo que quieran.

Porque aunque lo ideal es encontrar el equilibrio perfecto entre pensar en ti mismo y pensar en los demás, hemos de aceptar que jamás podremos encontrarlo, por el simple hecho de que lo que tú puedes ver como equilibrio para las otras partes de la ecuación puede no serlo. Por tanto lo mejor que podemos hacer es simplemente dejar de tomar todas las decisiones con la cabeza y escuchar esa voz interior que dice "lo que necesitas ahora es esto".

 

Crédito de la imagen: Rebekah Campbell