Empezar la vuelta de las vacaciones bien conlleva muchas cosas. Volver al trabajo y a las rutinas puede resultar complicado, se nos puede hacer cuesta arriba. Todo ello no mejora si estamos pasando por una mala época. Es por ello que, cuando llega septiembre, muchas personas se plantean empezar a ir a terapia. Emprender este camino es una inversión: es tiempo, es dinero, es energía pero vale realmente la pena porque, cuando ya no tienes recursos ni herramientas para encaminar tus conflictos externos e internos, una perspectiva objetiva puede hacerte abrir los ojos. Se trata de una experiencia que debemos saber exprimir. Eso sí, hay ciertas cosas que estaría bien saber antes de empezar, no es obligatorio pero siempre es útil, al menos así opinan los terapeutas.
1. Colaboración
Empezar a ir a terapia puede ser abrumador e intimidante. Realmente no sabes qué vas a encontrar, qué vas a averiguar o qué conclusiones irás descubriendo. Es por ello que es necesario que te sientas con seguridad si has tomado la decisión. Tiene que nacer de ti la motivación para asistir a terapia. Si no estás dispuestx, no puedes asistir y esperar que el psicólogo te diga “haz esto” y ya todo se pase. No funciona de esta manera, hay que colaborar.
2. Adaptación
Cada terapia es diferente. Es más, existen muchos tipos. Puede ser posible que, hasta que no des con la persona indicada, no te sientas a gusto. La terapia es un camino personal en el que te abres en canal, por eso es importante dar con alguien que se adapte o que tú sientas que es posible que haya una conexión. Si no es así, no será una buena elección y no servirá.
3. El proceso
Debes saber que no hay un cambio de la noche a la mañana. No es así. Pueden pasar semanas, meses e incluso años. No debes ser impaciente. La mayoría de terapias se basan en un trabajo constante que tiene un proceso y ese proceso es diferente para cada persona. Es cierto que la terapia es el camino pero quien se mueve por ese camino eres tú, con lo cual ese tiempo en el que estás viajando puede variar porque irá acorde a cómo te encuentras en cada momento.
4. Honestidad
El terapeuta trabajará y te ayudará a partir de lo que tú le cuentes. Muchas veces nuestra versión de la historia o de la experiencia será de una manera, aunque puede no ser la más objetiva. Esto es normal, lo que no sería normal es que transformaras la historia para ‘engañar’ al terapeuta. Esto no sirve de nada, no te ayudará ni te hará mejorar, es peor, se trata de ponerte obstáculos a ti mismx. Debes ser transparente y honestx: tienes que saber que no te va a juzgar, va a intentar ayudarte a que encuentres la vía para mejorar.
5. Emociones
No reprimas lo que vas sintiendo. Es normal que un día no puedas parar de llorar y también es normal que sientas ira. Todas las emociones son bienvenidas y más que aceptables, a través de ellas también se pueden descubrir cosas. Nada de lo que vayas a sentir está mal ni debe darte vergüenza.
6. Arreglarse no
Como decíamos con anterioridad, no hay nada que arreglar o que curar. No hay una manera de ser concreta y debemos ir hacia ella, no. Tenemos que saber que si asistimos a terapia es para tener recursos y herramientas que nos ayuden a enfrentarnos a lo que nos genera conflictos. Es una manera, además, de saber mejor quiénes somos y de entender por qué reaccionamos de ciertas maneras o por qué tenemos tal o cual actitud. Es un viaje hacia la infancia, hacia lo que nos han enseñado, hacia los patrones que absorbimos, es importante prepararse para ello, no tenerle miedo y saber que te encaminas a ser mejor no a ser diferente.