3 situaciones que te demostrarán que un coach podría cambiarte la vida

Estos son los beneficios y las razones por las que poner un coach en tu vida podría cambiarte a mejor en todos los aspectos.

Estudiamos, hacemos prácticas, nos graduamos y saltamos de un trabajo a otro pensando que somos unos profesionales con facultades de sobra para arrasar con todo lo que venga. Mentira. Nunca sabremos lo suficiente como para dejar de aprender. De hecho, nunca habrá pasado el suficiente tiempo como para que un logro o un infortunio bien asimilado no nos haga ser mejores individuos. Aunque, como suele pasar en muchas facetas de la vida, mejorar es fácil pero alcanzar algo parecido a la excelencia solo es posible junto a otra persona. O, lo que es lo mismo, de la mano de un mentor, de un prácticas.

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Con la intención de revelarte, o bien de confirmarte, lo crucial que es tener un coach en tu vida, ahí van tres situaciones que probablemente vivirás o habrás vivido en algún momento de tu carrera profesional.

Lo que nuestros ojos no ven

Trabajamos durante años para aprender el máximo de cada uno de los empleos por los que pasamos hasta que un día, y sin previo aviso, tocamos techo. Pensamos que ya lo hemos hecho todo, que ya no hay nada qué mejorar, pero nos equivocamos. Lo que en realidad ocurre es que estamos estancados porque, con el tiempo, hay errores que no podemos detectar solos. Pero ante ojos ajenos, como los de un coach, sí que serían visibles.

Al alertarnos de nuestros fallos, abriríamos los ojos. Después seríamos capaces de dibujar una fórmula que, en la medida de lo posible, los borraría del mapa para siempre. “Los grandes entrenadores son tus ojos y oídos externos que te proporcionan una imagen más precisa de tu realidad. Rompen tus acciones para después ayudarte a reconstruirlas de nuevo”, explicó en una entretenida charla de TED el cirujano y escritor, Atur Gawande, a quien su coach le corrigió las malas prácticas que llevaba años perpetrando en el quirófano sin haberse dado cuenta.

Esto le llevó a entender que si le había pasado a él, un profesional de prestigio, le podría pasar a cualquiera. De ahí la importancia de concienciar al resto del mundo sobre la importancia de saber que no somos infalibles y que alguien que nos motive y marque el camino siempre será bienvenido.

La comunicación que omitimos

A pesar de que al dominar nuestro trabajo pensemos que está todo dicho o que haya momentos en los que preferimos estar en nuestro mundo, no debemos olvidar la importancia de las palabras. Otras de las funciones de nuestro coach sería recordarnos que juntos, especialmente cuando hablamos, somos mejores. Porque algo que nosotros damos por supuesto podría ser un universo desconocido para el compañero con el que trabajamos. Al conversar con él nos catapultaríamos a un territorio en el que los resultados de nuestras tareas solo harían que prosperar aún más que antes. 

Es por ello que, empleando las técnicas de coaching, Gawande y su equipo animaron al personal de un hospital de maternidad de la India a que se comunicaran más entre ellos para hacer frente a la recurrente ausencia de mascarillas y guantes y al hábito de no lavarse las manos. La consecuencia de cruzar las palabras que antes apenas habían intercambiado fueron 160.000 nacimientos exitosos en un hospital que, hasta el momento, registraba un alto índice de mortalidad infantil a consecuencia de la negligencia generalizada. El coaching transformó a aquel equipo.

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La capacidad de lidiar con los contratiempos

Otro resultado crucial de dejarse aconsejar por un coach es que, después de haber erradicado nuestros vicios contraproducentes, seríamos más rápidos y eficientes. Esto nos ayudaría a salir indemnes de múltiples contratiempos, como satisfacer con un buen resultado a un cliente que nos habría hecho un encargo a última hora. Sería en aquel momento en el que ni la escasez de tiempo ni de directrices impediría que fuéramos capaces de salir triunfantes de una odisea que tiempo atrás hubiese sido un desasosiego.

El mismo proceso y la misma reacción llevó a las enfermeras del hospital de la India, por el que había pasado Gawande unos meses antes, a salvar a un neonato que, para su sorpresa, no respiraba al nacer. Por suerte, y gracias al coaching recibido, fueron capaces de coordinarse rápidamente y aplicar varios protocolos de actuación consiguiendo reanimar al bebé sin que sufriese secuelas por la falta de oxígeno. Una reacción brillante pero impensable tan solo un tiempo atrás y un ejemplo más del doctor que demuestra cómo un coach podría ser capaz de marcar un punto de inflexión en nuestras vidas. Un momento en el que los errores que un día fueron lastres se convertirían en las virtudes con las que sí que podríamos hacer frente a casi todo.