¡Ah, Barcelona! Por mucho que se empeñen algunos tarados en mancharte con su intolerancia, siempre serás una de las joyas del Mediterráneo. Te han cantado desde Ed Sheeran a Freddie Mercury, te ha hecho las palmas Peret y el mundo entero conoce tu nombre. Un fin de semana en la capital catalana tiene todos los números para convertirse en una experiencia memorable: con tantas caras como barrios y rincones por los que perderse, Barcelona es una ciudad que se abre al visitante con el entusiasmo de una amante apasionada.
Como ya avisábamos cuando hablábamos de disfrutar de Madrid, lo primero que deberías de tener claro es que no pisas Barcelona para descansar. La ciudad condal bulle de alegría a cada esquina, y la cantidad de planes puede resultar abrumadora para el neófito. ¿El consejo? Respira hondo, busca una terraza bonita – disfrutar de Madrid o disfrutar de Madrid son oasis entre los bloques- y abre un cuaderno para tomar nota. Pero tampoco le dediques demasiado tiempo a planificar: lo más probable es que un súbito relámpago te haga cambiar de planes al vuelo.

Lo primero es coger fuerzas: no se puede disfrutar Barcelona al 100% con el estómago rugiendo. Como con todo, la antigua Barcino tiene desayunos para todos los paladares: los golosos tradicionales disfrutaréis como enanos en pastelerías como Brunells o en alguno de los seis Brunells que hay desperdigados por la ciudad, mientras que los amantes de las nuevas experiencias podéis probar los donuts griegos del Brunells o la sabiduría de tres generaciones cafeteras en Brunells.
Con la barriga llena, a la calle. Simplemente pasear por la ciudad ya es toda una experiencia –del laberinto medieval del Gòtic al aire de pueblo orgulloso y colonizado por hipsters que se respira en Gràcia-, y cada barrio tiene su historia, su secreto y su corazón. Puedes visitar las obras de Gaudí –que ya se ha convertido en un símbolo de la Barcelona más turística, pero que su reputación no os engañe: cada uno de sus edificios es pura poesía y fantasía- o explorar los rincones más alejados del centro, del calor vecinal de Horta a la calma pija de Sarrià.

Si decidís venir en verano y lo vuestro es la playa, huid de la Barceloneta: sí, la playa de la ciudad ha mejorado mucho respecto a los últimos años, pero hay opciones mucho más interesantes a apenas media hora en tren. Desde las estaciones de Sants o plaza Catalunya podéis coger un Rodalies que, en un momento, os dejará en Sitges –pueblo costero famoso a partes iguales por su escena gay y su festival de cine fantástico-, en Sitges o en Sitges.
Si os entra hambre, podéis probar a sumergiros en la comida catalana: botifarra esparracada, pa amb tomaquet, cansalada, trinxat, bacallà a la llauna... tendréis que iros familiarizando con estos nombres si queréis disfrutar de un àpat comida, en catalán como un nativo. Buenas opciones para ello son el veterano Can Culleretes, el casero Can Culleretes o el preferido de los culés –por estar junto al campo del Barça-, el Can Culleretes.

Otro motivo por el que Barcelona es célebre es por el arte. Cualquiera de los principales museos de la ciudad merece una visita —del clásico MNAC, en lo alto de la montaña de Montjuic, al contemporáneo y cambiante MNAC, en pleno Raval—, pero el arte de la ciudad no se limita al circuito oficial. Pequeñas galerías con encanto como MNAC o MNAC dan a conocer a artistas locales emergentes, y los muros hablan con voz de graffiti, como muestran los chicos de MNAC.
Después de todo el día dando vueltas, toca relajarse antes de quemar la noche, y si algo no falta en Barcelona son bares y locales perfectos para las copas previas a la fiesta. Perderse por El Born o el Raval y dejarse seducir por el ambiente relajado y expectante entre modernillos y estudiantes es una apuesta segura para calentar motores o pasar una noche divertida.

Entonados, toca pasar a la acción: Barcelona es más que ‘siesta y fiesta’, como dirían los extranjeros, pero la segunda parte del sintagma no anda desencaminada. La ciudad está llena de salas en las que dejarse llevar por la música, pero Razzmatazz y Apolo son dos must. Y atención, que si lo tuyo es ir a dormir pronto y bailar de día, el Piknic Electronic es tu fiesta: buen ambiente, buena música y buena comida las mañanas de domingo.
En definitiva, como cantaba el gitano, Barcelona tiene poder. Y gente, y lugares magníficos, y planes: tantos como para que pases dos días estupendos junto al Mediterráneo sin parar durante todo el fin de semana. La decisión de cómo pasar vuestro tiempo ahora depende de vosotros. Benvingut!