México suena a Chavela, es picante como Tongolele y sufre como Frida. México es Cancún, es Playa del Carmen, Isla Mujeres y pirámides. México es tacos del pastor, mezcal, rancheras y trajineras. México es narco, corrupción, y drogas pero también es belleza, caos y verde.

Porque deja una huella más difícil de borrar que un tatuaje.
Cuando llegas a la capital, a la ciudad monstruo, ya desde el avión te das cuenta de que por mucho que hayas imaginado, Ciudad de México es mucho más grande de lo que podías haber concebido en tu mente. Mires hacia donde mires, la visión de las casas construidas se pierde en el horizonte, y una imponente autovía de 4 carriles en cada dirección y dos pisos, el Periférico, serpentea entre el caos de una ciudad capaz de acoger a más de 20 millones de habitantes en sus calles decadentes, que evocan el romanticismo de un pasado colonial.

Son muchos los contrastes que encuentra el recién llegado a México.
Puedes pasar una vida en México y no te dará tiempo de conocerlo. La Roma, ese barrio bohemio por excelencia, salpicado de casas con encanto por donde mires. Y junto a él, Condesa, lleno de cafés y restaurantes en los que querrás quedarte para siempre, con vistas a sus parques de jacarandas. En Coyoacán el color te conquistará como conquistó a Frida, y puedes visitar la casa azul, donde vivió con Diego Rivera.

En un país donde el sueldo medio ronda los 3-4€ diarios, el transporte público, comer en la calle y la cultura son toda una experiencia para los viajeros. Hay puestos de comida en cualquier parte. Se come con las manos, te ensucias, te chupas los dedos, te arde la boca del picor, pides otra orden de tacos sudaos, te bebes la michelada al trago para no echar fuego, piensas que con un vasito de mamey, mango y coco frescos te calmarás, pero conforme lo pides, el vendedor espolvorea chile picante y rocía con limón tu fruta.

Sus pueblos mágicos son una tentación para perderse en la selva. Visita Teotihuacán, la maravillosa plaza empedrada de Cuautla y su antiguo ferrocarril, prueba la cocina de Pan y Vino, maravíllate en Tepotzotlán, sorpréndete con Ixtapan de la Sal y no te pierdas el Valle de Bravo. También puedes probar el peyote entrando en trance en Wirikuta, un desierto donde se dan el 90% de las especies de cactus del mundo; o puedes andar kilómetros por desiertas playas de arena mientras el Pacífico poderoso ruge y te moja los pies. Al ser un país tan grande, las conexiones para moverse son buenas. Los autobuses funcionan bien, son cómodos, y te llevarán a cualquier rincón.
Pero México también tiene fama de peligroso. Es muy fácil que te ofrezcan drogas en un tianguis, sobre todo al escuchar tu acento extranjero. O que algún policía corrupto te pida una "mordida". Intenta no meterte en problemas y disfrutar de todo lo bueno que tiene que ofrecer, que es mucho más. México es contraste, es vasta naturaleza en estado puro, es desierto, montañoso, pantanoso, y también es cemento en calles y aceras resquebrajadas por las raíces de los árboles. Es vida, es bullicio, es mercados, olores, sabores, música y alegría.

“México en realidad no es tan grande, es no más que está muy desordenado”, me dijo una vez un taxista. Ve, conoce tu propio México, tómate una botella con él, vete en el último trago, y descubre a qué sabe su olvido.

Fotos del texto: Natalye Carbayo