Fui a una masía en mitad de la naturaleza para entender por qué es necesario desconectar

El ruido de la ciudad, el ruido de la rutina, el no parar y el sinfín de estímulos se instalan en nuestro día a día y los vivimos con tal rapidez que no nos damos cuenta que se nos escapa la vida

El último tramo de carretera está lleno de curvas. Son casi 80 kilómetros hacia lo que me parece la mitad de la nada. A mi alrededor solo hay verde: árboles, anchas praderas, rocas cubiertas de plantas, extensos bosques y el río Ebro acompañando el recorrido. A lo lejos, de vez en cuando, observo pequeños pueblos que me parecen preciosos. Piedra de color cobrizo o castaño claro se alzan en forma de torres e iglesias. Quiero visitarlos todos. Estoy yendo hacia una masía situada en Arnes, un municipio de Cataluña perteneciente a la provincia de Tarragona, en la comarca de Tierra Alta. Está al límite con Aragón y leo en Internet que en el año 1992 la localidad fue declarada conjunto histórico.

La magia del silencio

Estaremos en esta pequeña localidad durante el fin de semana gracias a Oasis Hunters. Esta plataforma es experta en encontrar el oasis perfecto para cada persona. La gran mayoría de estos lugares están, o bien escondidos en mitad de la naturaleza, o bien son enclaves que muy pocas personas conocen y que son ideales para desconectar de todo y hacerlo de verdad. Lo más maravilloso de esta plataforma que organiza Oasis Hunters únicas es que no sabes a dónde vas a ir hasta 48h antes del viaje. Es importante para ellxs que estos paraísos se preserven y por eso siempre guardan el secreto. Todos sus packs de desconexión incluyen el alojamiento en alguna de sus casas rurales u hoteles, el desayuno siempre con productos de proximidad, riquísimos por cierto, una guía sobre el lugar al que vas y qué cosas puedes descubrir y una atención personalizada para resolver todas las dudas.

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Cuando por fin damos con la masía nos quedamos perplejos, el silencio, que está además acompañado por el fino sonido de la fauna y el movimiento de la flora, nos hace dar un respiro. Entramos y nos recibe Judit, una persona súper amable que hace de nuestro viaje una experiencia aún mejor. Nos explica dónde estamos, qué hay alrededor, qué podemos hacer y nos acompaña a la habitación. Cuando entramos vemos cómo el suelo, el techo y las paredes son la naturaleza hecha hogar: la madera se fusiona con la roca y da forma a una amplia habitación que tiene, además, un baño que incluye bañera a modo de jacuzzi. A través de las ventanas entra una luz cálida desde la cual se puede ver el extenso valle en el que nos encontramos. El volumen de mi voz baja, mis pulsaciones se calman, de repente en tan solo unas horas escucho a mi cuerpo que solo me dice una cosa: que estoy tranquila.

No lo sabes hasta que lo vives

Mi día a día está lleno de actividades. Me levanto temprano para ir a trabajar, distribuyo la jornada entre reuniones, textos, decisiones, lecturas y correcciones. Salgo, almuerzo lo que puedo, voy al gimnasio si me siento animada o me quedo en casa si no lo estoy. Trato de hacer de las tardes algo productivo: ordenar la casa, poner lavadoras, hacer la compra, ducharme, guardar un rato para escribir, pensar qué preparar para la cena, cuidar a los gatos y, si el tiempo me lo permite, disfrutar de alguna tarde para ir al cine o quedar con amigxs. Mientras tanto respondo WhatsApps, charlo con mis padres, escucho los dramas y las aventuras de mi hermano e intento que mi relación de pareja y la convivencia sean experiencias bonitas, comunicativas y llenas de estímulos positivos. Todo esto, que escrito se me hace poco, ocupa todo el tiempo y, por tanto, también toda mi atención y mi energía. No es algo que esté mal pero, cuando de repente me encuentro en mitad de la naturaleza, sin tener que ocuparme de nada, acompañada por la calma y el sosiego, me doy cuenta que es sumamente necesario desconectar y que la presión que nosotrxs mismxs nos ponemos es, a veces e incluso, violenta.

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¿Hacía cuánto tiempo que no escuchaba a mi cuerpo? ¿Hacía cuánto tiempo que el ruido de la rutina y de la asfaltada ciudad atrapaba mi atención y no me permitía detenerme? Es ahí donde considero que está la clave: en la pausa, en la observación, en la escucha, en el despertar de los sentidos, en la experiencia de utilizar el tiempo para parar y desconectar. Parece que eres capaz de hacerlo y que siempre guardas momentos de calma pero la realidad es muy diferente. Hasta que no estás en un lugar donde los estímulos son el viento, el ruido del agua, el olor de una tostada recién hecha que lo impregna todo, tus manos alrededor de una taza de café que huele a café de verdad y no a un café rápido que te mancha la ropa porque estás corriendo porque se escapa el tren, hasta que no estás ahí y caes en la cuenta que esos pequeños detalles te están haciendo sentir más viva que nunca, es imposible que lo veas.

El cambio de perspectiva

Alejarse de la ciudad es necesario. Hay que hacerlo. Me lo repito a mí misma a la vez que sé que mi economía —y probablemente también la tuya, en este punto de inflación y gastos estrafalarios— no nos lo permite. Si no podremos ser capaces de permitirnos un viaje de este tipo, hagámoslo posible con los recursos que tenemos. Seguramente, no muy lejos de tu casa, haya un lugar donde puedas escapar del ruido. Y si no es así, te diré una cosa: no hace falta que absolutamente TODAS las tardes o las mañanas de tu vida sean productivas. Te diré otra cosa: no pasa nada si no llegas a tiempo, no importa si no consigues hoy el éxito, no tienes que ocuparte de todo, no tienes que cumplir con todas las personas y no pasa nada tampoco si solo utilizas tu tiempo para detenerte.

El ritmo de la vida es tan frenético que probablemente para muchas personas sea bastante difícil NO hacer nada. Pero es importante saber lo digo yo después de haber tenido la afortunada oportunidad de estar en la naturaleza durante 48 horas y vivirlo que en ese tiempo que consideras nada, están ocurriendo un montón de cosas por dentro de tu cuerpo y de tu mente y que, probablemente, la atención que pones cada día en el exterior, no te ha permitido escucharlas. Y sabes qué, es ahí, es justamente ahí, donde puede estar la clave de ese malestar que, de vez en cuando, tienes clavado en mitad del estómago. Así que date el permiso de parar, donde puedas y como puedas.