El pueblo de España sacado de un cuento que enamora a los turistas

Un enclave de cuento en el que pasar un fin de semana rural y descubrir rincones mágicos

Regaderas, batipuertas y la chacina hacen de Candelario un lugar único que fue declarado Conjunto Histórico- Artístico en 1975. Esta villa, situada a más de 1.100 metros de altitud, se encuentra a 220 kilómetros de Madrid, 72 de Salamanca y 45 de Plasencia. Distancias asequibles para disfrutar de sus parajes y desconectar del estrés de la ciudad.

Nos adentramos en el caso histórico de Candelario y, en primer lugar, contemplamos la Ermita del Santísimo Cristo del Refugio, situada en una explanada y presidida por la Cruz del Humilladero, que servía para que los viajeros mostraran sus respetos a la entrada o salida del pueblo.

Caminando por el interior

A pocos pasos se encuentra la calle Mayor, una de las más bonitas de la localidad. Llega el momento de recorrer la villa y disfrutar de regaderas y batipuertas. Las regaderas son pequeños canales de agua cristalina que bajan desde la sierra provenientes de diversos manantiales. Observar estas rústicas obras de ingeniería, con el sonido del agua de fondo, resulta una experiencia embriagadora.

Las batipuertas son uno de los símbolos de la villa. Se trata de una media puerta que se sitúa antes de la propia puerta de acceso a las viviendas y que, según parece, servía para resguardar a los vecinos de las bajas temperaturas invernales e impedir que sus casas se llenaran de agua o nieve.

Buena gastronomía

En Candelario existen alojamientos rurales y una oferta gastronómica de lo más interesante. De hecho, los amantes de carnes a la brasa y chorizos tendrán aquí su paraíso particular. Cuenta la historia que Carlos IV quedó impactado con la calidad de los productos de la zona, más concretamente con los del chacinero conocido como El Tío Rico, al que convirtió en proveedor oficial de la Casa Real. Así pues, disfrutar de los embutidos de la zona, resulta un placer para el paladar y el visitante podrá decir sin miedo a equivocarse que ha comido como un rey.