Que tantas personas en este mundo hayan convertido el turismo en uno de sus pasatiempos favoritos, alcanzando el rango de leitmotiv de sus vidas en algunos casos, tiene sus consecuencias. La huella de carbono es una de las más obvias. Tanto avión destruye el planeta. La reducción de algunas economías al sector servicios es otra. Y eso trae mucha precariedad. Y otra cada vez más evidente, y triste, es la destrucción de las ciudades de moda a las que acude el turismo masivo como moscas a la miel. Los alquileres se vuelven carísimos. Los negocios de toda la vida se transforman en franquicias. La vida cultural autóctona desaparece poco a poco. Y la ciudad se convierte en un parque de atracciones.
¿Estás pensando en Venecia? Normal. Es probablemente el paradigma de este fenómeno. No obstante, y teniendo en cuenta que España es el segundo país del mundo que más visitantes recibe anualmente, no tienes que irte muy lejos para encontrar destinos cada vez más arruinados. El pueblo de pescadores menorquín Binibeca Vell es un buen ejemplo. Como dicen desde Business Insider, lo peculiar de su arquitectura hace que más de 800.000 personas acudan allí cada año, “por lo que desde el pasado mes de mayo se optó por restringir las visitas de las calles interiores para solo permitir el acceso entre las 11:00 y las 20:00 horas”. El riesgo de desnaturalización del pueblo es muy serio.
Pero las zonas naturales tampoco se salvan. El río Chíllar, en Nerja, ha estado sufriendo estos últimos años una invasión masiva de senderistas ávidos de aire limpio que “ha afectado gravemente a la biodiversidad”, motivo por el cual la Junta de Andalucía decidió cerrar la ruta para este verano. Este hábitat necesita un respiro. También la playa de Las Catedrales, en Lugo, cuya afluencia turística masiva, teléfono móvil en mano para sacar la foto de los acantilados perfecta, llevó a las autoridades a limitar el aforo. El islote de San Juan de Gaztelugatxe, en Vizcaya, escenario de Juego de Tronos, está padeciendo una merma de hermosura similar. Siempre anda atestado de visitantes.
¿Y sabes dónde hay también un exceso de visitantes? En el Camino de Santiago, especialmente “en algunos pueblos gallegos de los últimos 100 kilómetros” en los que sus habitantes no tienen oportunidad alguna de disfrutar de la tranquilidad. Hay, como ellos comienzan a decir, demasiados turigrinos, peregrinos que según ellos no representan el espíritu del Camino. Ah, y también hay grandes ciudades ahogadas por el turismo masivo y que cada vez tienen menos alma oriunda, como es el caso de Palma de Mallorca. Por ello, “las autoridades locales han propuesto prohibir los nuevos alquileres vacacionales y limitar los grandes cruceros”. Salvar estos lugares requiere sacrificios.