Lo que la gente conoce de ella es Budapest, el Danubio, el goulash y para de contar. Pero Hungría es uno de esos países de contrastes que no te imaginas hasta que los pateas. Un lugar que tiene ciudades con historia, ruinas romanas que te transportarán a otra época, paisajes propios de la campiña irlandesa, playas balneario y colinas que se han convertido en pueblos con encanto. Lo mejor para conocerlo es alquilar un coche y rodar sin rumbo fijo, sin necesidad de utilizar el GPS. Improvisa y acertarás. Pero para que no te dejes nada, aquí 5 lugares mágicos que le pondrán la guinda a tu viaje.
Visita Tokaj con una copa de vino en la mano

“Allí donde fueres, haz lo que vieres”. Es la meca de los enoturistas y, mejor aún, es la única región vitivinícola centroeuropea que es Patrimonio de la Humanidad. 5.000 hectáreas de suelo volcánico entre Eslovaquia y Ucrania tienen la culpa. En Tokaj —repleta de colinas de viñedos— todo son guiños a Baco, el dios romano de la vendimia y el vino. Y no es para menos. El vino de Tokaj es dulce y se caracteriza por su alta graduación alcohólica entre 11 y 15 grados. Así que con un vinito en la mano, paseando entre castillos y palacios, la visita se os hará mucho más amena.
Szentendre, la cuna del arte callejero húngaro

¿Te imaginas poder colorear un pueblo? Pues es lo que ocurrió en Szentendre hace algunos siglos. Pintores y escultores andaban a sus anchas con la brocha y el pincel dedicándose a colorear las fachadas de las casas y las iglesias. Con el paso de los años, hoy este municipio es un museo de arte al aire libre. A unos 20 kilómetros de la capital, este rincón húngaro es uno de esos lugares que, si nadie te dice que existen, te los pierdes. Y como curiosidad, por si eres goloso, echa un vistazo al Museo Szabó del Mazapán. Alucinarás con sus construcciones, sus personajes y sus animales en miniatura hechos a base de este manjar navideño.
Sopron, un decorado medieval en el siglo XXI

Sopron derrocha encanto por los cuatro costados. Esta ciudad —junto a La Valleta Malta— tiene overbooking de monumentos. El ayuntamiento, la torre medieval, las murallas romanas, los palacios barrocos, el casco antiguo y las casas señoriales son increíbles y dignas de mención en cualquier guía turística que se precie. Pero lo más increíble de todo es saber que hay gente que en la actualidad vive en este decorado del siglo XIV o XV. No se me ocurre nada mejor para pasar la tarde que sentarse en una de las terracitas del centro y ver la vida pasar. Te darás cuenta de que no ha pasado tanto tiempo desde el medievo. Los años pasan pero las ciudades como Sopron se mantienen intactas e impasibles.
Eger, ciudad cosmopolita y con doble fondo

Si tuviera que definir con una palabra la ciudad de Eger, diría que es multicultural. Eso sí, una ciudad dividida en dos realidades: la de arriba y la de abajo. ¿Por qué? Pues porque en la superficie es donde están los castillos, la catedral, los restaurantes y los baños turcos. Y en el subsuelo, los lagares y las bodegas. Una ciudad paralela bajo tierra en la que hay casi tanta vida como en la superficie. Sin embargo, hay algo que solo verás una vez, algo que es único e irrepetible: un minarete de origen otomano —de 40 metros de altura— que se ha convertido en el más septentrional de cuantos se conservan.
Esztergom, Budapest en pequeñito

Al norte de Hungría, a menos de 50 kilómetros de Budapest y muy cerca de la frontera con Eslovaquia, se esconde el paraíso arquitectónico de Esztergom. No se trata de hacer comparaciones porque todos sabemos que son odiosas, sino de conocer las peculiaridades de una ciudad medieval por la que parece que no han pasado los años. Entre dos colinas, echando un vistazo, lo primero que te llamará la atención es su basílica, la mayor del país y probablemente de Europa que se convirtió en la residencia del arzobispo de Esztergom. Muy cerca de allí queda el barrio de Vizivaros —un lugar plagado de calles y edificios de estilo barroco— que debería ser una parada obligatoria para cualquier viajero.
Hungría es mucho más de lo que aparenta ser. Budapest es parada obligatoria, el Danubio es su perla más preciada, el goulash es la comida nacional, pero estas otras ciudades tienen alma y lograrán hacer de tu viaje un recuerdo imborrable.