Tu cuerpo habita un espacio físico. Tu ciudad. Sus calles. Sus espacios. Pero tu mente está en otro lado la mayor parte del tiempo: en un entorno irreal que poco tiene que ver con lo que te rodea. Y esto no te afecta solo a ti. Para las otras personas, para quienes habitan los mismos lugares físicos que tú, eres cada vez más una presencia ausente. Un ente que está sin estar. Una figuración con la que resulta demasiado difícil conectar. Y esto no te ocurre solo a ti. Es la gran epidemia global de nuestra era: la sobredigitalización. Ahora Toyoake, una ciudad japonesa, ha decidido crear una ley que limita el uso del móvil de sus ciudadanos a dos horas al día.
Todo empezó hace tiempo, cuando el alcalde de la ciudad, Masafumi Kouiki, comenzó a preocuparse seriamente por lo que veía en las calles: caras pegadas a las pantallas como zombies. Tuvo una idea, la transformó en una ordenanza y la sometió a la votación de la asamblea del ayuntamiento. Y sí, por más severa que parezca, salió adelante con doce votos a favor y siete en contra. En vigor desde el pasado 1 de octubre, la ordenanza restringe el acceso a las pantallas a dos horas, sin contar los accesos relacionados con el trabajo o con los estudios. Te parece poco porque pasar seis o siete horas al día se ha vuelto tu normalidad, pero es más que suficiente.
Pero el gobierno de Toyoake no tiene legitimidad real para impedir que la gente haga uso de su libertad de acción para pasar el tiempo que quiera en internet. En realidad, la iniciativa tiene dos objetivos bastante más lights. Por un lado, y como explica el periodista Carlos Prego, está la fe en el civismo de lxs japonesxs. “La cultura japonesa ejerce una fuerte presión social para que se sigan las directrices oficiales”. Está claro que mucha gente no la va a seguir, pero otras seguro que lo harán o, al menos, bajarán sus horas de pantalleo. Eso ya sería un éxito. Cada minuto arrancado a las redes es una pequeña victoria para esa persona. Mejor sueño. Mejor ánimo.
Por otro lado, y como recuerda este periodista, “más allá de su impacto real, la norma ha servido además para abrir el debate sobre el uso excesivo de las pantallas y su influencia en aspectos como el sueño”. Esa es la verdadera clave de todo este asunto. En palabras del alcalde, Kouiki, “cuando subes a un tren en Japón la mayoría de los pasajeros están mirando sus móviles. No hacen nada más”. Y lo mismo ocurre dentro de las casas. En este sentido, una iniciativa de este tipo es una llamada de atención, una publicidad anti redes, un recordatorio de que la verdadera felicidad está en crear conexiones genuinas y reales con la gente de tu alrededor.