El yoga que nos enseñan en Occidente se ha convertido en una fábrica de narcisistas

Varios estudios han confirmado que los practicantes europeos vieron reforzado su ego hasta niveles absurdos

Ya hace bastantes años que hacer yoga es visto como imprescindible si quieres ser percibido por los demás como una persona espiritual y, al mismo tiempo, preocupada por su físico. Algo así como el gimnasio de las personas a las que les da pereza/asco las máquinas del gimnasio. Es por ello que postear stories de tu sesión de yoga en Instagram o pasearte con tus leggings y tu esterilla le da un plus a tu rollito guay, urbano, espiritual, healthy, conectado con el mundo. Pero también hay muchísimas personas que gracias a su práctica han encontrado una manera de aliviar su estrés, mejorar su estado físico y abrirse a una filosofía que compense un poco el materialismo de la sociedad occidental.

El problema está en que, por lo visto, tanto unos como otros se están cargando toda la filosofía por detrás de esta práctica milenaria. Según un estudio de la Universidad de Southampton, los practicantes asiduos de yoga en Occidente no se referían a budistas estrictos suelen experimentar un fuerte reforzamiento del ego y la autoestima e, incluso, tendencias narcisistas. Para ello evaluaron la progresión de 93 estudiantes durante 15 semanas de práctica confirmando que muchos de ellos respondían a los test sobre autoestima de una forma cercana al narcisismo en las 24 horas siguientes a cada sesión de yoga. En efecto, en lugar de combatir el “yo ilusorio” y buscar la unidad con la divinidad que pregonan las filosofías que emplean el yoga budismo e hinduismo lo que se provocaba en sus practicantes era un aumento bastante heavy del ego. 

Por si fuera poco, un segundo estudio llevado a cabo con 162 practicantes de meditación y reclutados a través de Facebook concluyó de una manera idéntica. “Ni el yoga ni la meditación aquieta el ego, en cambio lo aumentan”, afirmaron los investigadores achacando este curioso efecto a que debido al efecto beneficioso del ejercicio y técnicas del yoga se producía una notable elevación del bienestar que, inevitablemente, llevaba a un aumento de la autoestima y autopercepción de sus practicante que no podían evitar compararse con aquellas personas de su entorno o del propio grupo de yoga que no optaban por cuidar su cuerpo y mente o que, a su juicio, no eran tan eficientes como ellos.

Esta evidente contradicción en la que incurren los participantes occidentales de yoga fue descrita por el maestro tibetano Chögyam Trungpa que lo bautizó como “materialismo espiritual”. Es decir, la práctica de estas técnicas sin la profundidad ética, filosófica y religiosa que la sostienen no producen el efecto deseado disolver el ego sino que, precisamente, lo refuerzan dando a sus practicantes una falsa sensación de superación de lo ilusorio cuando, en realidad, se adentran en él de manera más intensa. ¿Significa esto que los practicantes de yoga deberían dejar de practicarlo? No. Lo cierto es que sigue siendo una práctica muy positiva, y tampoco se trata de que todxs alcancemos la budeidad en esta vida, pero lo ideal sería dotarla de toda su esencia, es decir, profundizar en sus aspectos más filosóficos y espirituales en la media en que cada uno sea capaz. 

Porque el yoga es mucho más que un ejercicio físico o algo instagrameable, y es una pena que todavía no lo hayamos interiorizado. Eso sí, en nuestro contexto occidental siempre será mejor sentir que se te pone cuerpazo y con el autoestima por las nubes que sentirse una mierda y apalancarte en el sofá.