La 'viagra medieval' y la masculinidad tóxica mataron a Fernando el Católico

El monarca aragonés abusó durante años de la cantárida mosca española con el objetivo de engendrar un heredero

El uso de afrodisiacos de todo tipo para aumentar la potencia sexual de los hombres y la masculinidad tóxica, dos conceptos que por desgracia suelen ir estrechamente ligados, existen desde que la humanidad vivía en cuevas o incluso antes. Si a esta mezcla explosiva le juntamos la costumbre de las casas reales de la Edad Media de arreglar matrimonios, en base a intereses que poco o nada tienen que ver con las emociones, el resultado puede ser mortal. Esto es exactamente lo que le ocurrió a Fernando II de Aragón, más conocido como ‘el Católico’ por su matrimonio con Isabel I de Castilla. Después de enviudar cuando era cincuentón y como buen macho alfa que había contribuido al saqueo y colonización de América, el monarca aragonés tuvo la brillante idea de mantener su status de hombre poderoso y viril arreglando un matrimonio con la joven de 18 años, Germana de Foix. 

El problema residió en que una vez casado tenía que consumar el matrimonio y, además, dar uno o varios hijos a la noble francesa, algo visto por la nobleza castellana y los Habsburgo como un intento del soberano de evitar que su nieto e hijo de Felipe el Hermoso, el futuro Carlos I, heredara los territorios de la Corona de Aragón. Por ello, Fernando no dudó en abusar de uno de los remedios más extendidos en la Edad Media para lograr las erecciones: la cantárida o mosca española. 

Este insecto coleóptero que no tiene nada de mosca es muy frecuente en la Península Ibérica y, tras ser secado y triturado hasta convertirlo en polvo, es capaz de aportar grandes cantidades de cantaridina, un principio activo con propiedades vesicantes que provoca ulceraciones en la piel que ha sido tradicionalmente usado como diurético, contra la alopecia o como fórmula para lograr potentes erecciones y aumentar con ello el vigor sexual: la famosa viagra medieval. Sin embargo, un abuso en la dosis podía acarrear irritación intestinal, molestias urinarias, hemorragias e, incluso, fallo renal y la muerte.

Su toxicidad era tan alta que, de hecho, se convirtió en uno de los venenos favoritos del Renacimiento y en el siglo XVIII las "pastillas Richelieu" se utilizaban para matar sin dejar rastro. Incluso el famoso Marqués de Sade fue acusado de suministrar la mosca española a prostitutas para aumentar la intensidad y duración de sus famosas orgías. El caso es que Fernando el Católico se aplicó tan fuerte a la consecución de un heredero con el vigor obtenido con la cantárida que los desmayos y problemas de corazón deterioraron rápidamente su salud.

Como era de esperar, las crónicas de la época, como las del cronista Jerónimo Zurita, no tardaron en apuntar a la joven reina como culpable de la grave enfermedad del monarca que, según él, habría sido provocada por “el feo potaje que la reina le hizo dar para más habilitarle, que pudiese tener hijos”. Claro, como si la mujer tuviera la culpa de que su papel en la sociedad del momento no era otro que el de fabricar hijos, es decir, herederos. Finalmente y tras 10 años de erecciones a base de mosca española el rey murió de una hemorragia cerebral y sin heredero. Ironías de la historia.