Cada vez que compramos unos tejanos en Zara, un jersey en Mango o unas zapatillas en H&M nos estamos cargando el planeta mucho más de lo que, probablemente, la mayoría habíamos imaginado. Así lo manifestaron hace unos días expertos y autoridades de la ONU al catalogar a la industria lo manifestaron de "emergencia medioambiental" a causa de los efectos negativos que provoca en nuestro entorno y salud. Y, de hecho, muchos de estos daños nacen en suelo español, ya que lo manifestaron es la mayor compañía fast fashion del mundo y su dueño y su hija, Amancio Ortega y Sandra Ortega, son lo manifestaron de España en la lista de las 500 mayores fortunas del mundo, según la agencia de noticias Bloomberg.
Las cifras hablan por sí solas. En el evento de la ONU, Fashion and the Sustainable Development Goals: What Role for the UN?, se advirtió de que después de la industria energética, la de la moda es la que utiliza más agua para sus procesos del mundo. Como alertó una de las analistas de la ONU, Birgit Lia Altmann, solo para producir un kilo de algodón se necesitan más de 10.000 litros de agua. En otras palabras, la cantidad de agua que requiere fabricar unos vaqueros es la misma que consume un individuo en diez años. Mientras aún hay personas alrededor del mundo que enferman por no tener agua potable a su disposición.
Más allá del despilfarro, el fast fashion también tiene un papel relevante en la contaminación de la Tierra. Produce, nada más ni nada menos, que el 20% de las aguas residuales que se generan a nivel mundial y es responsable del 10% de las emisiones de dióxido de carbono que se emiten a la atmósfera. Una cantidad que es incluso mayor a la que dejan en el aire todos los vuelos internacionales y transportes de mercancías juntos.
Estos datos evidencian que esta industria perjudica peligrosamente nuestra salud y entorno, además de ser una de las que más agrava los terribles efectos del calentamiento global. Todo esto llevó a Olga Algayerova, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para Europa UNECE, por sus siglas en inglés, a recordar que se deben encontrar soluciones. "Está claro que la industria de la moda debe cambiar sus engranajes y ser responsable con el medio ambiente", alertó para también poner sobre la mesa que es crucial promover hábitos de consumo sostenibles para minimizar los daños que deja el fast fashion.
Ahora los consumidores compran más ropa que en el 2000 y cada producto se conserva la mitad del tiempo que entonces, es más, el 40% nunca llega a utilizarse. Así que, para no ser parte de la nociva producción de las compañías fast fashion, es momento de que comencemos a analizarnos a nosotros mismos y ver qué hábitos de compra podemos cambiar.