En pleno 2023 una de las peores cosas que te puede pasar es encontrarte con que el perfil de tu crush (o quién quiera ser que quieras stalkear) tiene el candado puesto. Paradójicamente, así como hemos ido exponiendo más nuestras vidas a través de diferentes plataformas como Facebook, LinkedIn, Instagram y Tiktok, también ha aumentado el recelo hacia la privacidad. O al menos controlar aún más lo que ven y saben los demás de nosotrxs.
Atrás queda la gloriosa época de 2015 dónde la gente posteaba toda su vida en redes y para hacer la prueba del algodón a la persona que te gustaba era suficiente con mirar sus etiquetados. Ahora bien, nos hemos acostumbrado a tener tanta información a mano, que nos desesperamos cuando no podemos saber algo. O cuando sentimos que nos estamos perdiendo cosas. Sí, el FOMO de estar un viernes noche en casa mientras vas pasando stories de gente de fiesta y cenando con sus colegas.
El FOMO, de hecho, es una respuesta a esa necesidad de saber constantemente qué hacen los demás, de cotillear y estar al día de todo. Ya no es solo querer saber sobre la otra persona sino que es poder ver y hacer todo lo que hacen los demás. Hemos pasado del stalkeo por puro cotilleo a querer casi vivir la vida de los demás. Ese FOMO, el Fear of missing out, ya no responde al miedo de no saber, sino de no vivir.
El ejemplo más claro es la viralización y masificación de lugares vía redes. No quieres visitar el lugar o conocerlo, quieres vivir la experiencia que otra persona está viviendo. Tienes pánico a dejártela por el camino y perdértela. La gentrificación de los bunkers del Carmel de Barcelona es el paradigma: Tiktoks y posts de Instagram compartiendo fotos de vinos y bolsas de patatas ante la panorámica de la ciudad con un atardecer espléndido. Instintivamente, piensas “yo también”. Y así es como muere un lugar donde la experiencia real dista de la performa en redes.
Deseamos saber lo que hacen los demás no solo por puro cotilleo, sino porque intentamos encontrar nuevas experiencias “únicas”. En un mundo donde ya no quedan calas secretas porque Google Maps ha topografiado hasta el último milímetro de tierra, intentamos recuperar una exclusividad y autenticidad que ha desaparecido. Por eso también cada vez hay más candados en redes: queremos ser esa cala secreta que solo unos pocos conocen, a la par que constantemente tememos quedarnos fuera de lo que hacen los demás y de esas experiencias “únicas.”