Por qué Japón está al borde del “colapso demográfico”

Ser madre en el país nipón aún supone una elección que implica renunciar a la carrera laboral en muchos casos

El inicio de esta historia se remonta a 2007, cuando las muertes en Japón superaron los nacimientos por primera vez en su historia. A partir de ahí, la diferencia entre unos y otros se fue acrecentando, hasta que en enero de este año, 2023, el primer ministro, Fumio Kishida, dijo que el país se halla “al borde de ser incapaz de mantener sus funciones sociales”.

Para que nos hagamos una idea, según recoge El País, a mediados de los noventa nacían alrededor de 1,2 millones de personas cada año. En 2022, solo se registraron 800.000 bebés, un descenso mucho más acelerado de lo que se esperaban las autoridades, algo que ha encendido las alertas.

Tras de este envejecimiento poblacional, que también se produce en países occidentales como España e Italia, se encuentra una sociedad nipona aún muy marcada por el conservadurismo y apego tradicional. Lo que significa que aún sigue muy vigente la desigualdad de género, además de que el país sigue siendo reticente a integrar los extranjeros. Lo que hace difícil captar a personas de fuera que puedan continuar nutriendo la sociedad y la economía del país.

El machismo imperante hace que, para muchas mujeres japonesas, ser madre implique renunciar a todo lo demás, especialmente a su carrera profesional. De hecho, esta es la misma situación que en Corea del Sur ha llevado a las mujeres a realizar una huelga de natalidad.

En una entrevista a El País, Akiho Kobokayama, una mujer japonesa de 32 años, explica que vive su futuro como “una encrucijada”. Para ella, “el ideal sería poder tener carrera y familia”. A pesar de que la integración laboral de las mujeres ha mejorado en el país nipón, lo cierto es que el momento de tener pareja y decidir formar una familia sigue siendo un freno. La misma Akiho afirma que contempla “la opción de ser feliz sin matrimonio e hijos”.

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En Japón a esto se suma la cultura laboral de largas jornadas de trabajo, pocas vacaciones y viviendas pequeñas con un alto coste. Lo que aún dificulta más el hecho de tener cualquier hijo. A pesar de que tendría que ser fácil, ya que supone seguir con la tradición.

Este envejecimiento de la natalidad está suponiendo la reapertura de un debate aún más delicado que es el de los Estados empezando a preocuparse por la reproducción femenina. A pesar de que la solución es clara en muchos contextos: acabar con la desigualdad de género.