El antiwokismo no ha vencido: se avecina el contraataque de la cultura woke

Ha hecho falta verle las orejas al fascismo para que la porción más pogre de la ciudadanía se movilizara del todo

La lucha cultural nunca para. El discurso dominante siempre termina enfrentando una contracultura decidida a vencerlo. Y sí, es lo que hemos estado viviendo últimamente: tras muchos años de progresismo, de deconstruirnos, de plantearnos todo lo que solíamos decir y hacer mal contra los colectivos minoritarios, llegó la ola ultraconservadora llena de fuerza y de apoyo popular. Y una vez más parecía que todo estaba hecho. Que era el fin de los tiempos. Que lo woke moriría sin que las gentes decentes pudiéramos evitarlo. Y volvimos a equivocarnos: desde Estados Unidos ya avisan del regreso paulatino de la cultura inclusiva woke.

¿En qué lo notan? Hay indicios políticos e indicios socioculturales. Entre los primeros hay uno muy potente: la victoria del candidato progresista Zohan Mamdani a la alcaldía de Nueva York, la ciudad más importante del país y probablemente todavía del planeta. Es una demostración de que la resistencia sigue ahí. De que la porción progre de la ciudadanía, la que quiere igualdad para las mujeres, respeto para los colectivos LGTBIAQ+ y derechos para las personas migrantes, se está poniendo las pilas dispuesta a reconquistar el terreno perdido estos últimos años. Ha hecho falta verle las orejas al fascismo para movilizarla del todo.

Entre los segundos hay muchos. Según la periodista Róisín Lanignan, el estrepitoso fracaso en taquilla de la última peli de Sydney Sweeney, acusada de defender la eugenesia en una campaña publicitaria, podría ser una evidencia de que la cultura de la cancelación está de vuelta. De que los discursos antidemocráticos pasan factura otra vez. De que se está acabando el tiempo de decir todo tipo de barbaridades bajo el paraguas de la excusa de la libertad de expresión. No es el único caso: “Dasha Nekrosova, famosa podcaster, fue descartada para un papel de una película tras presentar en su podcast al derechista Nick Fuentes”.

Pero hay más ejemplos. “El senador republicano de Indiana, Mike Bohacek, cuya hija tiene síndrome de Down, criticó recientemente al presidente por usar insultos despectivos hacia las personas con discapacidad y, como resultado, se negó a redistribuir los distritos”. ¿Significa esto que de la noche a la mañana vayamos a volver a las multinacionales comprometidas con el avance de los derechos civiles y la no discriminación? No. Pero sí significa que quizá, solo quizá, y ojalá, hayamos llegado al tope de barbarie que podemos tolerar y estemos volviendo a la senda de la decencia. Aunque sea, de momento, como contracultura.