Y hasta aquí hemos llegado. Hemos durado lo que tantos otros, pero hemos vivido como nadie lo ha hecho. Veníamos preparados antes de conocernos pero ni así ha sido posible.
Hemos formado una pareja envidiable, de esas relaciones intensas que, de tanto que lo son, acaban muriendo de éxito. No podremos reprocharnos que no lo intentamos, que hemos luchado contra nosotros mismos para tenernos el uno al otro, hemos aguantado lo que ha durado, pero después de un año, llega la hora de la despedida.
Apareciste sin preguntar, con tu brusquedad habitual y como casi todas las buenas cosas de la vida. Ya desde el primer día fuimos a por todas, viéndonos todos los días y disfrutando cada hora juntos. Algunos decían que nos estábamos excediendo, pero tanto tú como yo sabíamos que esa era la única manera: no ser falso con tus sentimientos y entregarte a la vida con todo lo que tienes.
¿Malos momentos? Ni es el sitio ni es el momento de recordarlos, suficientemente tatuados los llevaremos en la memoria. Si de algo ha servido esta relación, es que sabemos que no volveremos a cometer ningún acto negativo como los vividos.
¿Arrepentirme? De muchas cosas, empezando por no haber sido yo mismo en los momentos que me lo pediste o no haber sonreído ese día en el que solo necesitabas mi pequeño gesto. Hubo veces que no actué como predicaba ni di valor a lo que hacías por mí. No fue por tu culpa, seguramente no estemos hechos para vivir juntos.
Sé que me cruzaré con gente que me hablará de ti y me cuestionarán cómo no nos pudo salir bien. Algunos incluso se atreverán a decirme que han estado contigo y que les fue mejor que con nadie. Me dolerá, es cierto, porque en el fondo, tú y yo sabemos que esta era nuestra oportunidad, que éramos dos valientes, pero a quienes habían despojado de toda armadura en esta batalla pasional.
Ahora vienen nuevos retos, me verás desde lejos con otras parecidas a ti, pero siempre te llevaré muy cerca de mí. Anduvimos por un camino tan frágil como nuestros sentimientos, y no supimos solidificarlos ni hacer nuestro terreno edificable.
Tantas cosas que vivimos y tanto que quedó por hacer. Dicen que todo aquel que aparece en nuestro camino es por algún motivo. Quizá nuestro encuentro no fuera para vivir juntos, sino para aprender con quién vivir. La paradoja de hacernos mejores sin que podamos aplicárnoslo a nosotros mismos.
Lo teníamos todo para que saliera bien, pero lo escogimos casi todo mal. Seguramente la prueba más dura que nos ha puesto la vida es habernos conocido para ver lo que podemos llegar a perder.
Querido 2015, porque aún lo eres y siempre te amaré, quisimos darnos de más y ahora nos echaremos de menos. Fuimos a por todas y ahora nos hemos quedado con nada.
No todo es tristeza, hemos cumplido con creces lo que dijimos en la carta de presentación. Queríamos aprender la lección de nuestros días malos y lo aprendimos en cada momento; también nos llevamos la lección en las relaciones de los años venideros.
Pretendíamos crear un "since 2015", y vaya si lo hemos creado. No has pasado desapercibido en mi vida ni me has hecho una persona indiferente. Este año puedo decir que, a pesar de que 2015 no fue el mejor de mis años, eres el año en el que aprendí todo lo que no debo hacer para llegar a lo que quiero ser.
Solo me queda por agradecerte lo que pude aprender de ti, darme cuenta de que no fui capaz de hacer tanto como quería demostrar, porque quizá, cuando se vive el día a día, los momentos son gratificantes, pero resulta imposible la estabilidad a largo plazo. 365 sobre 365 días, de los que no borraría ni uno de mi memoria. No formarás parte del pasado porque siempre te tendré muy presente.
A estas alturas, solo puedo decir: ¡encantado de habernos conocido y a por los siguientes años!