Cuántas veces habremos oído quejarse a una amiga de lo malos que son los hombres con los que sale. "¿Por qué siempre me tocan todos los cabrones a mí?". En el otro lado más de lo mismo,"es que las mujeres son retorcidas". Pero por mucho que nos guste regodearnos en nuestras miserias y pensar que el mundo ha hecho un complot para arrojar en nuestro camino a personas parecidas, la respuesta al dolor en una relación -sea amorosa o no- se encuentra en las decisiones que uno toma.
Solo tienes que hacer una cosa: hacerte cargo de tus propios sentimientos. Las relaciones tormentosas se caracterizan por un continuo ir y venir de discusiones, reproches, gritos y 'ahora síes, ahora noes' que parecen no terminar nunca. Todos las hemos sufrido. Pero regúntate si lo tuyo es una constante, si vas hilando sufrimiento tras sufrimiento. Tal vez los problemas sean distintos, pero comparten el mismo patrón. Y piensas: cómo es posible que seas el único que no consigue una relación sin problemas.
No busques un culpable absoluto en tu pareja, si no te trata bien no tienes más que escoger entre solucionarlo o abandonar el barco. Regodearte en lo cruel que es contigo o lo indecisa que se muestra respecto a la relación, aunque sean rasgos poco deseables en un compañero, no va a servirte de nada. Es mucho más práctico atajar esa espiral de mierda en el que se acabará convirtiendo tu vida si permites que te traten mal una y otra vez. Del mismo modo que la otra persona puede encargarse de mejorar sus defectos, date cuenta de que tú puedes escoger que no te hagan daño.
No es cuestión, ni mucho menos, de dejar tu relación a la primera de cambio. Las relaciones son un reto voraz a tu personalidad, te hacen cambiar, adaptarte y te obligan a comprender que tus sentimientos no son los únicos que cuentan. Y creer que la persona que - en teoría - te quiere tiene algún tipo de problema mental porque se empeña en marearte o no quiere dar su brazo a torcer, es creerte por encima suyo. Los demás tienen todo el derecho a exponer sus emociones y aplicarlas de la forma que crean convenientes, otra cosa es que tú lo permitas.
Deja de taladrarle el cerebro a tus amigos con la misma historia una y otra vez, esa persona no va a dejar de marearte ni va a tener claros sus sentimientos gracias a que sigáis quedando intermitentemente para tener sexo, llorar, discutir y, de nuevo, no hablaros en una semana, y vuelta a empezar. ¿De veras crees que iba a terminar bien, que esta iba a ser 'la última'? No. Porque sigues cediendo. Sigues amparándote en los "me lo ha vuelto a hacer, ya no puedo más" para no admitir que eres tú quien no consigue dar el paso de hacerse respetar. Prefieres que esa historia se alargue aunque tenga que ser así, a tener que volver a empezar. Porque debes de tener miedo a acabar solo, a que nadie más vuelva a quererte o porque, simplemente, eres un adicto a sufrir.