Si eres un hombre de estatura media o, peor aún, de estatura baja, como lo soy yo, lamento decirte que tienes una gran desventaja competitiva en el mercado de ligue heterosexual. Y sí, estoy seguro que tú también has estado con mujeres y has superado esa barrera montones de veces, pero la barrera está ahí. Siempre. Lo has intuido toda tu vida, e incluso lo habrás escuchado, pero ahora tienes confirmación en datos: según un gráfico de Bumble, “el 60% de las mujeres que usan filtros de altura en la app busca a un hombre de más de 1,83 metros de altura y solo el 15% está dispuesta a salir con hombres de menos de 1,73”. Yo mido 1,71. En mi época de soltero aparecía en muy pocos feeds.
Pero que ningún machitosférico empiece ya a cargar contra las mujeres. Lo primero es lo primero: nadie elige lo que le resulta atractivo de otras personas. No es un plan malvado que tienen ellas para dejarnos fuera. No es un castigo. No es ninguna conspiración antibajitos. Es simplemente una cuestión de deseo. Ahora bien: la pregunta importante aquí es cuánto hay de biológico y cuánto de social en ese deseo. Mucha gente te dirá que los hombres altos atraen más porque nuestras ancestras se sentían más seguras con ellas en mitad de la selva. Es un discurso sexista en el que ellas no eran más que potenciales víctimas pasivas a proteger. Además, altura y fuerza no son full sinónimos.
Otras voces creen que hay más de cultural en todo esto. Como explica la periodista Serena Smith, “nos han educado para asociar la baja estatura con la feminidad y el atractivo, mientras que el patriarcado ha insistido en que el rol del hombre en una relación es el de protector y físicamente más alto”. De aquí se desprende un punto importante: que es también una cuestión estética acerca de cómo deben ser las parejas heterosexuales. Casi todos los referentes son de parejas en las que él es más alto que ella. Es lo que nos parece normal. Además, las apps de ligue son muy consumo de personas y desde que llegaron el ansia por los hombres altos se ha disparado súper loco.
Porque la estatura media de los hombres en España es de 1,76. No es realista que todas las mujeres quieran estar con hombres de más de 1,83. Lo que sí entiendo es que mi 1,71 resulte insuficiente para muchas. No pasa nada. Por eso yo prefería ponerlo en el perfil para evitarme luego caras de decepción. Que me ocurrió. Luego me di cuenta de que a veces también había problemas con mi acento gaditano. O con que me pusiera un aro grande de una amiga en la oreja. Al final, y tras mucha pereza, dejé las redes, y apenas un mes después conocí a mi novia en el mundo real. Sin filtros. Sin esto sí y esto no. Coincidimos en una quedada, nos gustamos y nos seducimos. Así de simple.
¿Por qué cuento esto? Pues porque va en consonancia con una realidad: que en las apps la gente se pone exquisita para elegir porque puede, pero en la vida real las cosas son más fluidas. Como dice uno de los entrevistados por Serena, “no te fijas en cosas como la altura cuando estás absorto en la emoción. En la vida real nos atraen aspectos como cómo se mueve alguien, cómo nos escucha o nos hace reír, su energía, presencia y carisma”. Cuestiones que no te salen en los filtros de Bumble o de Hinge. Cuestiones intangibles. Que escapan a las reglas internas de cada unx. Ahí afuera todo eso de la seducción pasa del entendimiento lógico. Eso es lo bonito del amor y del sexo.