Supongo que es como esa canción que escuchas de vez en cuando y te hace gracia. A fuerza de escucharla, y escucharla, te gusta más. Y más. Y, de repente, no sabes exactamente en qué momento, te encanta. De hecho, se convierte en tu canción favorita y todo te suena a eso. Vas de camino a casa y la tarareas. Estás en el metro y chasqueas los dedos.

Te juro que esto no va contigo. Y precisamente ese es el problema. Porque hace ya algún tiempo más del que te voy a reconocer que no somos, o no soy yo contigo. Es curioso, no sé cuando empezamos a desencontrarnos. Bueno, sí lo sé. Exactamente desde que apareció ÉL. Desde que el tiempo ha empezado a medirse entre el rato que hace que no le veo y el que falta para volverle a ver. No sé en qué momento olvidé tus brazos por correr hacia los suyos. No lo planeé. No lo busqué. Pero sucedió.

Y lo siento, pero no lo siento. Siento todas y cada una de estas palabras que pensé que jamás pronunciaría. Pero no lo siento, porque ya no hay nada que me retenga a tu lado. No me busques, porque ya no encontrarás nada de lo que un día fuimos. Ni el mínimo resquicio de esa cara imposible de disimular cuando te veía entrar por la puerta. Ni el más nimio escalofrío cuando mis manos rozaban las tuyas. Ya no siento. Y lo siento. Pero tengo que obedecerme.

Y joder, te quise mucho. Te quise todo. Te quise entero. Pero ya no. Cojo impulso, respiro y vuelo. Ojalá lo hagas tú también. Ojalá vueles alto, fuerte. Feliz. Ojalá aprendas a coserte las alas o encuentres a alguien que lo haga por ti. Y para ti. Alguien a la medida de tus ilusiones. A tu medida. Y con lo grande que eres, te va a ser difícil encontrar a alguien de tu tamaño. De tu valor.
Ojalá no me culpes. Ojalá no te culpes. Ojalá cuando pienses en nosotros recuerdes que un día fuimos todo. Y por eso lo seremos para siempre. Porque en la vida ‘nunca’ es ‘quizás’. Y ‘siempre’ es siempre ‘todavía’.