Este año no las tengo todas conmigo. Entre la distancia social y las limitaciones para viajar por el Covid, no sé si viviré una bonita historia de amor veraniega. Hice una encuesta entre mis seguidores para comprobar si era la única pesimista con respecto al tema, pero parece que no. El 82% me dieron la razón. Llámame Esperanza Gracia, pero me da que estos meses no va a haber muchas emociones para nuestro corazón ni tampoco para nuestros genitales.
Un amor de verano es esa relación que no excede más de lo que hayas podido permitirte pagar de hotel, es decir, puede ir desde un finde hasta varias semanas. Y, lo más importante, se caracteriza porque no tiene ningún tipo de compromiso. Esto se sabe de antemano y se confirma en el primer beso que os dais por la noche, sentados en la silla de los socorristas de la playa. Ahora que lo pienso, creo que mi vida y, probablemente la tuya se ha basado en enlazar un amor de verano tras otro, aunque han sucedido en distintas estaciones del año y sin arena en mi ropa interior que, la verdad, se agradece bastante.
No quiero deprimirte con este artículo, así que te voy a soltar la misma frase que usan tus amigos cuando les cuentas que estás súper rayada porque tu crush no ve tus stories: “Nunca se sabe lo que puede pasar”. El verano es la época del año en la que más ligamos. Tranqui, no me lo he inventado para animarte. Es cierto y está avalado por varios estudios. Según los datos de Tinder, en agosto del año pasado, la app registró más actividad que durante el resto del año. Y no solo eso, el día más caluroso de 2018, se hicieron un 40% más de matches que el que hizo más frío. Acabo de lanzarte un rayo de esperanza con estas cifras, ¿verdad? Eso o te has convertido en un fan del parte meteorológico del telediario para saber qué día es el mejor para comentar el stories de quien te gusta con un emoji de fuego. Sea lo que sea, quiero creer que los amores de verano entran dentro de los planes permitidos en la “nueva normalidad”.
Cuando pienso en amores de verano me viene a la mente la canción de La Playa de La Oreja de Van Gogh, de cuando Amaia Montero lideraba el grupo. La verdad es que ella lo vivió muy intensamente. Cantaba que iba a escribirle “la canción más bonita del mundo”. La psicóloga de MediQuo, Paula Rueda, cuenta al Diario de Sevilla la razón por la que nos atrae tanto la idea de tener un amor de verano. "El sentirnos libres de estrés y de las preocupaciones del día a día, unido a la apertura mental con la que conocemos a nuevas personas, sin juicios ni pretensiones, es un factor que nos puede llevar a sentir de forma intensa esa nueva y excitante relación", explica.
Les pregunté a mis seguidores qué es lo que más les gustaba de este tipo de relaciones estivales. La mayoría coincidieron en la intensidad con la que se vive, pero también destacaron el hecho de saber que va acabar en algún momento y sin dramas ni obligaciones de tener que seguir escribiéndose o de intercambiar ‘me gusta’ en los siguientes meses. Es, simplemente, algo fugaz que mejora si hay una casa con piscina de por medio y, por supuesto, siestas acompañadas con final feliz.
No sé si ya te has ido de vacaciones, si estás planificándolas o si te tocará quedarte cara al ventilador y/o currando, pero seguro que alguna vez has experimentado esa sensación de emoción y felicidad al recibir el correo de confirmación de que, por fin, te marchas fuera unos días. En ese instante, te vienen a la mente pensamientos de todo tipo: desde si la almohada del alojamiento será cómoda hasta si seduciremos a alguien. Vale, puede que lo de la almohada solo lo piense yo, pero estoy segura de que lo segundo sí que ha rondado tu cabeza en algún momento.
Los días previos al viaje, dedicas tus noches de insomnio a idealizar cómo será todo mientras te tomas un vasito caliente de leche de avena. Te visualizas viviendo una historia de amor como la de los protagonistas de Call me by your name o follando en una piscina muy Hockney como en la película Cegados por el sol, pero luego, cuando llegas a tu destino, la realidad te golpea más fuerte que cuando te dejan un nude en visto. Vas a la piscina con tu outfit que, en realidad, es una imitación de uno que viste en Instagram y te encuentras con varias parejas de jubilados embadurnados con crema solar y vestidos con un albornoz que, probablemente, acabarán robando alegando que ha sido un despiste por su avanzada edad. En ese momento, te das cuenta de que no se parece en nada a lo que te habías imaginado entre sorbo y sorbo de leche de avena. Vaya, creo que me está quedando un poco pesimista todo esto y mi objetivo no era desanimarte.
Le acabo de escribir a mi amigo Xurxo, un poco preocupada, porque el artículo me está quedando demasiado a la bajona. Me responde, recién levantado de la siesta, que es el momento en el que estamos menos lúcidos, pero también cuando somos más sinceros. Me dice que los amores de verano son como ese yogur que compras con fecha de caducidad. Sabes que te los tienes que comer antes porque si no ya no podrás hacerlo después y, también, que solo durará un período breve de tiempo. Vamos, un Carpe Diem de los lácteos en toda regla. Me parece la definición más acertada.
No sé qué me deparará este verano, pero me da la sensación de que nos presionamos demasiado por vivir unas vacaciones inolvidables como si estuviéramos protagonizando un spot de Estrella Damm. No sé, a lo mejor, solo me pasa a mí porque veo demasiadas películas de amor estival de Filmin. Por el momento, la próxima vez que vaya al supermercado, me detendré en la sección de lácteos y abriré la nevera de la forma más sexy que sepa. Tal vez me encuentre a mi amor de verano o, también, puede que me cruce con una señora mayor que vaya a comprar Danacol para reducir su colesterol. Nunca se sabe.