A veces nos asusta el compromiso, y lo vemos como agobiante y asfixiante, como una amenaza a nuestra independencia. Por eso, aunque nos involucremos en una relación, no siempre lo damos todo. Es como si una parte de nosotros tuviera miedo a mostrarse del todo, y nos guardamos unas cuantas corazas para que no nos hagan daño.
Que tengamos pareja no significa que estemos comprometidos. Implicarse es distinto a comprometerse. Cuando solo te implicas en las cosas sin llegar a comprometerte, te proteges de grandes riesgos, pero también te pierdes grandes oportunidades.
Comprometerse lo justo también afecta a la motivación: solo el que está dispuesto a discutir dejando su piel y siendo honesto, conoce la magia de reconciliarse, y esa complicidad con alguien que ha llegado a ver nuestro lado más alegre pero también el más triste; igual que el más cariñoso pero también el más irritante.

Muchas personas asocian el compromiso con ir a vivir juntos o casarse, pero en realidad el compromiso es sobre todo una actitud.
- Comprometerse significa mostrarte como eres y no esconder tu vulnerabilidad.
- Comprometerse no es solo desnudarse de ropa, sino sobre todo desnudarse de prejuicios, miedos e inseguridades.
- Compromiso supone apostar realmente por la otra persona, y no pretender controlarla ni que sea como nosotros queremos.
- Comprometido es el que habla con honestidad, y expresa lo que realmente piensa y siente.
- Comprometerse no implica que te atas al otro contra tu voluntad, sino que pondrás toda tu voluntad en querer crecer a su lado.
- Comprometerse no es perder lo que somos, sino estar dispuestos a dar lo mejor que somos para formar parte de algo más grande.

No hace falta ser friki para aprovechar la sabiduría Jedi: intentarlo no es tirarse a la piscina antes de saber si está llena o vacía, sino poner el pie y ver si hay agua. A veces en las relaciones solo lo intentamos: intentamos compartir, confiar... pero cada vez que decimos "intentaré escucharte más" o "intentaré enfadarme menos", no estamos del todo comprometidos con lo que decimos, porque antes de hacerlo ya nos puede la duda y el miedo de lograrlo.
Es lógico que nos protejamos del dolor, ya que es un instinto natural y tampoco se trata de ser imprudentes o locos. Sin embargo, por prudentes que seamos, no podremos protegernos al cien por cien, porque la vida de un modo u otro nunca es perfecta. Lo que podemos preguntarnos es por quién y por qué nos merece la pena hacer una apuesta y arriesgar.
Crédito de la Imagen: Maud Chalard