Busco en Google si existe una definición para 'corazón de cemento'.
Pero no la encuentro.
Acabo de estar con uno de ellos. He estado con decenas de ellos. Les miro a los ojos y, aunque al principio me cuesta, ninguno se me escapa. Es una habilidad que uno desarrolla con el tiempo, porque aunque te topas con cientos de personas, algunas -no pocas- son capaces de llegar a desconcertar cualquier sensibilidad humana. Si tuviésemos que buscar un símil que les definiera bien, serían como esa manzana podrida que uno no sabe que acabará pudriendo a los demás y que, sin embargo, no logra tirarla para salvar al resto.
Y cuando digo 'al resto', digo también a uno mismo.
Porque justamente eso es lo que nos pasa con las personas que tienen un corazón cemento.
Lo cierto es que si lo piensas, acojona. Cómo puede ser que alguien no sienta ni padezca el mas mínimo estimulo ante el dolor de los demás. Cómo puede ser que tengas el corazón roto en cien mil pedazos distintos y al puto corazón cemento se la sude tanto. Una cosa es ser implacable y otra bien distinta es carecer de empatía. Quizás es que nos gusta pensar que la virtud está en el equilibrio, aplicando a nuestro modo la filosofía china del yin y el yang, creer que aunque haya oscilaciones, nadie puede ser extremadamente frío. Error. Este tipo de personas no solo existen, sino que además, vivimos rodeados de ellas sin percatarnos de su existencia.

Decía la escritora J.K Rowling, que ‘a veces, la indiferencia y la frialdad, hacen más daño que la aversión mas declarada’. Algo coherente si lo llevamos a la práctica. Si una persona nos odia, podemos responder con el mismo odio para causarle o ponernos en su misma tesitura, porque el odio no es más que la transformación dañina de un sentimiento. Pero ¿por qué sufrimos tanto ante la indiferencia o frialdad? , porque carecemos de un mecanismo para contrarrestarla, es decir, no hay nada que podamos hacer para que alguien que no muestra un ápice de sensibilidad, pueda sentir el dolor que el resto experimentamos. Impotencia en su máximo esplendor, pues no hay sentimiento más amargo que ese, y es capaz de desquiciar nuestra mente, acabar literalmente con nuestro lado racional.
Si tuviera que exponer un ejemplo visible de persona con el corazón de cemento, aludiría a uno de los personajes de ficción más vil que haya visto, Frank Underwood. Este protagonista y a la vez antagonista de la formidable serie House of Cards, nos muestra capitulo tras capitulo como es la vida de alguien cuya única prioridad es ella misma. Personas con una ambición personal que les hace ser literalmente de piedra frente a los demás. No les importa si el otro sufre o no por su culpa, son implacables y su egoísmo hará que cometan cualquier acción por perjudicial que sea para el resto.

Lo paradójico, es que hablando de relaciones podemos extrapolar este problema a todas sus índoles, también en lo que se refiere a lo sentimental. Corazones cemento, corazones de piedra, corazones muro. Cómo es posible que una persona que te quiere y que comparte su tiempo contigo, algo irrecuperable, pueda utilizarte y exprimirte para obtener todo aquello que le resulta necesario para conseguir sus objetivos o paliar sus necesidades. No le importamos, ni tú, ni yo, ni nadie, a este tipo de individuos. Se caracterizan por ser apáticos, insensibles e indiferentes, con una fachada principal arrolladora y excesivamente amable y simpática, pero que no deja de ser una capa de laca de uñas sin secar, cuando tenemos mas roce del necesario acabamos manchados del veneno que envuelve sus corazones.
Si tenemos la mala suerte de tropezar con alguien cuyo corazón es más duro que el cemento, huyamos lo mas rápido y veloces posible. No hay nada que puedas hacer mientras el muro que han construido no sea derribado por ellos mismos. Un muro cruel que no puede saltarse ni -repito- derrumbarse. Un muro frío que te hace tiritar mientras lo tengas al lado. Una pared gris, con ladrillos grises y sin recovecos por los que entrar.
Si tienes a tu lado a un corazón cemento, no lo intentes. Vete a un corazón donde quepas, en un corazón cemento no hay sitio para ti.
Al menos de momento.