Alguien conoce a alguien. Ese alguien se enamora de otro alguien. Pero el otro se enamora, a su manera. ¿Te suena verdad? Así es como empiezan múltiples relaciones en el mundo. A menudo, por no decir siempre, uno de los dos quiere más, y por mucho que algunos intenten alegar que existe la paridad sentimental, lamentablemente no es cierto. Hasta aquí todo bien, pero, ¿qué ocurre cuando eres tú quien pone más de su parte y recibes menos de la otra persona?
A veces nos dejamos guiar por la condición sine qua non, condición sin la cual no actuamos y no dejamos fluir con total libertad y pureza nuestros sentimientos. Bien por orgullo, falsa dignidad o una mezcla de ambas, decidimos no decir más veces te quiero de las que hayamos escuchado, y asumimos el amor como una simbiosis exacta y cuantitativa, en lugar de profesarlo con sentimientos de manera altruista, sin importarnos que la otra persona nos corresponda o no de igual modo, dentro de la base de una relación consolidada y recíproca.
Pero el verdadero problema llega, cuando la convivencia no solo emocional, sino de pareja, no es la misma por ambas partes. Y aunque exista la creencia de que los hombres son más reticentes a entregarse de lleno en una relación, esto ocurre en ambos sexos.
Relaciones sociales y familiares
Cuando cualquier plan con tus amigos o parejas principalmente tus amigas y sus novios, se convierte en el flanco de todas las excusas, “no puedo cariño, tengo partido de baloncesto” o “dejémoslo mejor para la semana que viene”. Ni que hablar tiene de si cambiamos la palabra amigos, por familia, que entonces se acoge a la quinta enmienda de los refranes y te suelta un “las cosas de palacio van despacio” y claro, ya no sabes si es que prefiere tomar las cosas realmente con calma, o si está eludiendo todo lazo de consolidación.
Planes de futuro
Lleváis un tiempo considerable saliendo, quien dice tiempo dice años. Estáis más cerca de la treintena que de la dulce veintena. Y no ha salido de su boca ni una mísera referencia a las palabras tabúes como, ‘boda’, ‘hijos’ o la temida expresión ‘dar un paso más’. Sabemos que hay guerras mundiales que empezaron por mucho menos. Porque una cosa es que se lo dejes caer de vez en cuando y, aunque te de capotazos, al menos se lo replantee, y otra bien distinta es que haga caso omiso a tus ilusiones e intereses en una oda egoísta de los suyos propios.
Convivencia
Cuando consigues sobrevivir a las avenencias de toda relación, y os vais a vivir juntos, también surgen los problemas. No nos referimos a aquellos de limpieza o hacer la compra. Sino a que no le importe que vuestra casa parezca más un piso de soltero que un nidito de amor. Que se desentienda del concepto de formar un vínculo afectivo, mucho más allá del mero hecho de dormir bajo el mismo techo.
Individualismo
En toda pareja debe existir la línea divisoria entre quererse a uno mismo y luchar por lo que deseas y tener en consideración lo que hace feliz a tu compañero, y mirar por los intereses comunes de ambos. Cuando esto último se obvia de la ecuación, llegan los reproches, el desequilibrio y la inestabilidad emocional.
Eso no significa que el amor deba ser una codependencia emocional para con el otro, sino una manifestación de dos personas completamente independientes decidiendo caminar hacia un mismo futuro y con un horizonte en común. No vale solo con decirlo, hay que mostrar cada día esas ganas de más, porque ya lo decía el genio de Einstein “la vida es como montar en bicicleta, para mantener el equilibro hay que seguir pedaleando".
Con las relaciones amorosas pasa lo mismo, hay que estar en continuo movimiento, avanzar y no estancarse en dar la dosis justa para mantener a alguien a tu lado sin involucrarte en demasía. Porque puede suceder, que sea tan grande el desnivel, que al tropezar decidas replantearte si la balanza de tu felicidad necesita equilibrarse.
Crédito de la imagen: Rebekah Campbell