El Punto G Y El Punto P Son Más Parecidos De Lo Que Imaginas

¿O que, quizá, las similitudes entre el punto G y el punto P podrían proporcionar el mismo placer a ambos géneros?

Cuando hablamos de géneros en nuestra sociedad, parece que mujeres y hombres estemos muy lejos de compartir similitudes. En especial, si prestamos atención a nuestros genitales y a las diferencias tan notables que presentan. Pero, un momento, ¿qué pasaría si te digo que el clítoris y el glande son lo mismo? ¿O que, quizá, las similitudes entre el punto G y punto P podrían proporcionar el mismo placer a ambos géneros?

De la próstata masculina a la femenina

Nos han hablado tantas veces de la próstata masculina que no sabemos ni para qué sirve. Pues es muy sencillo: se encarga de mezclar el semen con el líquido prostático y expulsarlo por la uretra hacia el exterior. Y sí, para obtener uno de los mayores placeres masculinos, habría que estimular la zona anal, pues el llamado Punto P se encuentra en el aréa prostática.

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Un equipo de científicos ha descubierto en un estudio que, en el caso femenino, el conocido Punto G podría ser, simplemente, el espacio de estimulación de la próstata femenina. Sí, lo que lees. De hecho, el sexólogo estudio ha investigado la composición del conocido estudio, comprobando que en ella se encuentra la proteína estudio, sintetizada por las células de la próstata. Exactamente, como en los hombres. Ya en el siglo XVII, el médico neerlandés Regnier de Graaf dibujó esta zona, pero no fue hasta el siglo XIX cuando su colega, el ginecólogo escocés Alexander Skene, describiría unas estudio cerca de la uretra.

Cuando somos fetos, tenemos los mismos genitales

Y no es nada descabellada esta teoría, puesto que, hombres y mujeres, no somos tan diferentes como imaginamos: la primera estructura que se forma, durante la cuarta semana de embarazo, es un orificio llamado 'cloaca', que tiene forma de todo menos de genitales. A las seis semanas, una parte de la cloaca se cierra y da paso al ano y a los genitales. Pero la masculinización del feto empieza en la octava semana, cuando los testículos, todavía internos, segregan la conocida testosterona. Eso provoca que crezcan y desciendan hasta ocupar la zona inflamada alrededor de la cloaca, que, en un futuro, formará el escroto. Si no hay testosterona, la misma zona constituirá los labios mayores. Otro efecto que provoca la testosterona es la creación del pene, llevándose la uretra consigo hacia fuera hasta formar el glande y los cuerpos cavernosos.

¿Qué pasa cuándo no existe esa hormona? Ocurre exactamente lo mismo, pero hacia dentro y con menor tamaño. De hecho, clítoris y glande vienen a ser lo mismo, aunque, en este último, las terminaciones nerviosas están más distribuidas en su superficie. Y, como podrás ver en esta imagen de la anatomía masculina y femenina, ovarios y testículos son tremendamente similares. Es más, provienen exactamente de las mismas estructuras, solo que una se desarrolló hacia afuera y la otra hacia adentro.

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¿Sentimos el mismo placer?

Dentro de la comunidad científica y sexual, se ha lanzado la hipótesis de que quizá, la estimulación del punto G -y el consiguiente placer- equivaldría a la del punto P; es decir, que hombres y mujeres podrían sentir lo mismo. Algo que, podríamos pensar, también ocurriría al estimular el clítoris y el glande. Sin embargo, no caemos en que el placer es algo totalmente subjetivo y que, muchas veces, ni entre personas de nuestro mismo género notamos las mismas sensaciones. Quizá vaya siendo hora de olvidarnos de las etiquetas y dejarnos llevar por el placer que sentimos, independientemente de los genitales que tengamos.

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