Nuestra primera cita consistió en unas cañas, que se alargaron hasta la cena y que culminaron con un paseo de cuatro horas por toda la ciudad. Me propuso que no nos agregáramos en Facebook porque prefería que tuviéramos una relación real. Aquello me encantó. Yo estaba tan contenta por haber descubierto a ese chico que no capté ni esa ni la siguiente pista: "¿Te importa si no pasamos por ahí? Solía quedar en ese bar con mi ex".

Cuando nos vimos, me contó que se sentía fatal porque su ex había sufrido mucho por su culpa. Ella quería más, él no buscaba una relación seria en aquel momento, ella era muy celosa y acabaron rompiendo. Y habían quedado para tomar un café porque la chica siempre se había portado muy bien y creía que se lo debía.
Me pareció todo bastante lógico. Pero volví a intentar quedar con él poco después y me dijo que no podía porque había quedado con su ex. "Pero si quedaste con ella hace unos días, ¿qué está pasando". "No, mujer, tranquila, si esta es otra. Rompimos hace un montón y ella ahora está con alguien. Es que hace mucho que no la veo".
Necesité pocas semanas para descubrir que para vernos había que coordinar agendas con sus cuatro exnovias. "Es que me gusta llevarme bien con mis ex. Vivimos muchas cosas juntos, me parece lo normal". Lo que a mí no me parecía normal era que tuviera tiempo para ver a las personas de su pasado pero no lo sacara para verme a mí, que supuestamente podía ser su futuro.
Cuando yo le expliqué que me sentía la última en la lista de prioridades, intentó calmarme, como si se tratara de un ataque de celos. Intenté hacerle entender que yo no tenía ningún problema en que se llevara bien con sus ex, que lo que me molestaba era que las viera a ellas más que a mí. Pero no hubo manera. Así que después de varios meses siendo paciente, intenté llegar a una solución salomónica: "Si son tus amigas, ¿por qué no me las presentas?".

No me las podía presentar porque ellas no sabían de mi existencia. Según él, no había salido el tema. Es difícil que salga cuando llevas meses ocultando la existencia de una persona, en la vida real y en las redes sociales.
Cuando lo dejé, por supuesto, pretendió que siguiéramos siendo amigos. Le expliqué que, a mi parecer, a veces es necesario el cierre. Que tomar café conmigo de vez en cuando no cambiaba el hecho de que, durante el tiempo en que estuvimos juntos, se comportó como un capullo. Él lo sabía y, deduzco que como con todas las demás, quería compensarme en esta otra etapa de nuestra 'relación'. Me convertí en el cromo que le faltaba a su colección de exnovias para que se diera cuenta de que no pasa nada: algunas veces, en las relaciones, nosotros somos 'el malo'. Y debemos perdonarnos, cerrar ciclos y avanzar para no pasarnos la vida abrillantando pedazos del pasado.
Crédito de la imagen: Emmanuel Rosario