No Somos Medias Naranjas, Sino Una Macedonia

No somos medias naranjas sino una macedonia. Cada uno trae su parte completa, y juntas hacen algo nuevo; pero no desaparece nada de lo que tenían cada uno.

Llegas a casa, y te parece vacía porque nadie te espera detrás de la puerta; y cuando te acuestas, debajo de las sábanas, sientes el frío de la soledad más pura. Esto es lo que nos pasa a veces cuando acabamos de terminar una relación; esa sensación de que nunca volveremos a estar bien y no lo superaremos.

Pero eso no es así; porque la tristeza dura unos días, y vuelve a aparecer una razón para vivir al poco tiempo. Ilusiones, proyectos, una nueva persona, un viaje que soñábamos hacía tiempo, un sobrino que nace... No se acaba el mundo cuando termina el amor, aunque a veces nos lo parezca. Pero eso no significa que cuando nazca el amor no sintamos que empieza la vida de pronto...

Es lo que tiene enamorarse. Las calles tienen una luz especial que ni reconocemos y parece que vamos por la vida como si fuésemos parte de un musical. Tenemos más ganas de divertirnos, de aprender, de conocer y de probar. En ese momento increíble en que nos hemos enamorado, brillamos como nunca, y lejos de ser una media naranja, somos una naranja toda completa y llena de agujeros que hacen que desborde todo su jugo hacia afuera, impaciente por salir a borbotones.

Así es como se elabora la macedonia del amor, donde cada uno trae su parte completa, perfecta y acabada, y juntos hacen algo nuevo que es aún más rico, pero no quita nada de lo que tenían cada uno. Una paleta de colores frutales donde la variedad enriquece y nutre, y las diferencias no impiden un conjunto agradable y bonito. Así debería ser el modo en que nos enamoramos, sin olvidarnos de que cada uno de nosotros ya somos personas completas y podemos ser felices.

Cuenta el filósofo Platón en su libro El banquete que originariamente los humanos eran seres con dos sexos unidos: algunos eran doblemente hombres, otros doblemente mujeres y otros eran andróginos, es decir, mitad hombre y mitad mujer. Según el mito, el dios Júpiter separó a los humanos en dos, haciendo que por un lado estuvieran los hombres y por otro las mujeres. Al haberse partido, su naturaleza les invitaba a volver a unirse, a liberarse de esa sensación de seres incompletos. De esta historia nace la creencia de que somos como medias naranjas, seres a medias que necesitamos desesperadamente recuperar la unidad.

Platón fue un gran sabio de la Antigüedad, pero esta no es la mejor herencia que ha dejado a la sociedad. Las relaciones de pareja no deberían ser fruto de la necesidad de cubrir algo que nos falta, como el cariño que no nos dieron nuestros padres o la felicidad que no somos capaces de darnos a nosotros mismos. "Sin ti no soy nada" o "quiero hacerte feliz" son afirmaciones peligrosas que nos llevan a la creencia de que nos necesitamos, y por tanto, no somos libres de estar juntos, sino títeres de un destino que mueve nuestras vidas a su antojo.

Hay otra forma de ver la vida, entender las relaciones y vernos a nosotros mismos, como naranjas enteras que podemos libremente unirnos a otra fruta y formar un conjunto enriquecido, sin perdernos por el camino, ni olvidar que cada día, en cada amanecer, elegimos estar juntos porque es así como queremos ser felices.

Consejo Milenial: no olvides que tú solo ya eres completo, aunque juntos seáis más.

 

Crédito de la imagen: Tumblr