Cómo se manifiesta el machismo en las relaciones homosexuales

Cómo se manifiesta el machismo en las relaciones homosexuales

Las definiciones actuales sobre machismo están obsoletas. Según la RAE, el machismo es la actitud de prepotencia de los varones con respecto a las mujeres. Otra definición la aporta en su blog  la periodista y autora de Feminismo para principiantes, Nuria Varela: “el machismo pretende justificar la desigualdad mediante una supuesta inferioridad de las mujeres.” Posiblemente no se trata de definiciones erróneas sino incompletas, vacuas y simplistas, especialmente si consideramos que el machismo es una actitud que no es propiedad exclusiva de los varones heterosexuales.

De hecho, como comentan los siguientes protagonistas, el machismo también atraviesa a las parejas y relaciones homosexuales. A menudo la forma en la que lo hace es a través de comportamientos estereotipados, donde la virilidad se toma como un refuerzo para el estatus y la feminidad como una característica propia de la fragilidad, la debilidad y la inferioridad. Pese a que actualmente la homosexualidad todavía lidie con ciertos estigmas sociales, no es comodín para no cuestionar aquellas actitudes sexistas y micromachismos que se cuelan en las relaciones de gays y lesbianas.

Plumofobia, la discriminación más frecuente

Según Gabriel J. Martín, experto en atención psicológica a personas gais y autor de Quiérete mucho maricón y Cómo sobrevivir al ambiente, en la relaciones entre hombres homosexuales, no presenciamos conductas evidentemente machistas como las que se dan en relaciones heterosexuales, pero sí que encontramos conductas que denotan un Gabriel J. Martín.

La más característica es la plumofobia, que consiste en el desprecio hacia comportamientos que nuestra cultura considera femeninos: "Despreciar lo femenino y colocarlo por debajo de lo masculino es una muestra clara de machismo. Esto no tiene que ver con las preferencias eróticas como que te ponga el rollo machote, sino que se trata de discriminar, insultar o burlarse de personas que tienen actitudes más femeninas. Esto es injustificable. El machismo  genera mucho sufrimiento a los hombres homosexuales, especialmente aquellos con más pluma", comenta.

Sobre la pluma reflexiona también Guille. Este joven canario de 26 años, graduado en Historia del Arte, que coincide con la opinión de Martín: "El hombre femenino representa todo aquello de lo que el homosexual normativo desea desprenderse". Otra manifestación de machismo que él ha observado entre hombres homosexuales la sitúa en la percepción que tienen algunos sobre la sexualidad y cómo hablan de ello: "Para referirse a situaciones asociadas a la promiscuidad o la locura se usan formas en femenino: loca, puta, cerda, guarra o histérica. Estas actitudes transportan al ámbito gay la contención que el patriarcado ejerce sobre la sexualidad femenina".

La virilidad como único modelo para ser gay

El machismo también genera expectativas erróneas en las relaciones de pareja entre chicos, pues como explica Martín, crea la ilusión de que solo existe una forma de ser hombre y esa forma corresponde a la virilidad que la sociedad exige al hombre heterosexual: “Hay mucha masculinidad tóxica en el mundo gay. Se nos vende esto es algo que se reproduce continuamente en las aplicaciones de citas que quienes más triunfan, quienes más consiguen ligar, son quienes tienen unos cuerpos hiper musculados y eso provoca en muchos frustración con el propio cuerpo y presión para conseguir resultados similares. Pero no solo eso, también nos enseña que no tenemos que mostrar nuestros sentimientos, que no tenemos que ser románticos, que no tenemos que llorar, que no podemos desahogarnos por más que lo estemos pasando mal. La masculinidad tóxica nos cercena nuestra vida emocional, la masculinidad tóxica nos convierte en estatuas: llenos de músculos y con el corazón de piedra”.

Según Guille, el rechazo a lo femenino también tiene lugar en discotecas y bares de ambiente o sitios de cruising: “La simple presencia femenina resulta incómoda, rompe con la deseable 'masculinidad impoluta' del espacio. He visto cómo el camarero de un famoso bar de cruising en Madrid pedía amablemente a una chica que iba con su amigo que abandonase el local. En los espacios gay parece que muchas veces la mujer es algo ajeno, que no pertenece a su propio mundo, que se prescinde en las relaciones de amistad, amorosas y sociales. Por esto, es probable que en algún momento se pueda observar una falta de empatía con 'el problema de las mujeres' por parte del colectivo gay”, afirma.

La violencia también se escribe en femenino

Hablar del machismo en las relaciones lésbicas tiene algo más de tabú que hacerlo en las relaciones gais. Tendemos a idealizar las relaciones entre chica y chica porque, a menudo, creemos que una mujer no puede ser violenta, hiriente o agresiva con otra. Sin embargo, hoy por hoy, el lesbianismo no es ninguna criptonita contra el machismo.

Bien lo sabe Elisabeth Romero. Esta estudiante de 27 años cuenta que una de las experiencias más desagradables que vivió con una antigua pareja fue el continuo control sobre su cuerpo y sexualidad: "Cada vez que me ponía minifalda o tacones, ella me acusaba de que lo hacía para llamar la atención de los hombres. Tampoco admitía que me maquillara. Decía que me pintaba los labios como una chupapollas. Me considero bisexual, pero tengo una mayor tendencia al lesbianismo, así que era un poco ridículo que le 'preocuparan' tanto los hombres en este sentido. De alguna manera, ella pensaba que hablar con hombres era provocarlos". 

Elisabeth reconoce que los comentarios despectivos sobre su aspecto y continuas críticas a sus experiencias sexuales del pasado estaban presentes desde el inicio de la relación: “Al principio ella fingía una actitud comprensiva, me preguntaba por qué no me había maquillado y luego añadía que sin pintar estaba más guapa.”Aunque era consciente del continuo control sobre su cuerpo, admite que justificaba ese tipo de actitudes ante el feedback de su entorno: "Decían que aquello era amor. Eso me hacía dudar de si realmente era abuso o no. Así que sí, a veces me sentía culpable, pero lo peor es que sentía mi personalidad y mi intimidad violada".

Han pasado nueve años desde que Helena Verdú dejó a su pareja. Lo que parecía una historia de amor entre chicas llena de ilusiones se convirtió en una completa pesadilla. Y con ello pone sobre la mesa que si las actitudes de control-posesión tienen cabida también en las relaciones homosexuales, tratar de invisibilizar esto no ayuda a acabar con este tipo de violencia. Mientras las mujeres heterosexuales disponen del 016, un teléfono específico para denunciar la violencia de sus parejas, las parejas homosexuales muchas veces se ven obligadas a mantener en silencio situaciones de maltrato, pues no saben dónde pedir ayuda.

Hoy, con la vista atrás, Elisabeth prefiere no lamentarse y poner el foco en cómo prevenirlo en las nuevas generaciones. Tiene claro que con una buena educación afectivo-sexual jamás hubiera consentido ese tipo de comportamientos. Quizá ha llegado la hora de que la sociedad reme en esta dirección para crear un mundo más igualitario y menos discriminatorio, seas como seas, amas a quien ames.