Ni en línea ni en curva. Lo único que está en línea son tus falsas esperanzas y las ideas de lo que nunca será. Lo que está en línea es aquello que quieres que sea verdad de forma tan fuerte, aun sabiendo en el fondo que nunca será. Porque no, no está en línea.
En línea está un mundo que no existe más que en tu cabeza. En línea están tus celos, tus confabulaciones y lo más retorcido de la esquina más oscura de tu imaginación. En línea está media ciudad flirteando con lo que creías que era tuyo. Pero también en línea está la bofetada que te dice que eso no te pertenece. Está en línea, pero no está en tu línea.
En línea están las mentiras piadosas, las falsas verdades y los hechos a medias. En línea está lo que te quiere contar. En línea está lo que quieres escuchar. Lo que está en línea es lo que quieres interpretar. Pero no está en línea. En línea están tus obsesiones, en línea está una comunicación en gama de grises. Niebla y no saber qué pasa, eso es lo que está en línea.
Y de repente, está en línea. No puede mandarte caricia, pero sí. No puede sonreírte ni puede mirarte. Tu mirada no se cruzará con la suya, aunque esté en línea. Tu mirada va a un punto muy concreto, justo debajo de su nombre, para ver si está en línea. Mariposas cuando lo está, vacío existencial cuando no.
Sigue en línea. Tus sonrisas en forma de caras amarillas y tus risas en forma de dos letras sobre las que has apretado muchas veces no reciben un tic azul. Pero sigue en línea. Ese maldito tic no se torna azul como el océano, sino que sigue gris, gris como las cenizas que quemaste al fumar demasiado esperando que ese en línea se convirtiera en Escribiendo…
En línea están tus ganas de meterte en la pantalla y aparecer a su lado. Escribiéndose está la historia de otra relación sin miradas ni caricias. Y, de nuevo, lo doblemente azul será tu decepción.