La ciencia lo tiene muy claro: el contacto visual es mucho más importante de lo que sueles imaginar. Y tiene sentido porque los sapiens somos seres principalmente visuales. Es nuestro sentido más potente. En palabras de Melissa J. Perry, decana de la Facultad de Salud Pública de la Universidad George Mason, en Estados Unidos, “la investigación en neurociencia muestra que cuando dos personas hacen contacto visual su actividad neuronal se sincroniza, mejorando la comunicación y la comprensión”, lo que “fomenta un sentido compartido de propósito y estado emocional”. ¿El problema? Las pantallas se están llevando por delante este contacto visual. Y lógicamente tiene consecuencias.
Piensa en el metro. Hubo una época, hace no tanto tiempo, en el que la gente iba dentro leyendo el periódico o simplemente viendo pasar los minutos hasta llegar a su destino. Y ahí nacían muchos cruces de miradas. Algunos con unas intenciones claramente románticas o sexuales. Otros como consecuencia de la empatía. No en vano y según añade Perry, “el contacto visual estimula regiones cerebrales específicas relativas a la cognición social y la empatía”. Los ojos hablan. Los ojos expresan emociones muy profundas. Los ojos nos conectan. Y cuando el vagón al completo va con la cara metida en una pantalla no hay espacio para escucharlos. Es como si se levantara un inmenso muro social.
Lo peor de todo es que esta ausencia de contacto visual tiene consecuencias acumulativas. Como explica esta especialista, “a las personas que evitan el contacto visual a menudo les resulta difícil desarrollar y mantener relaciones interpersonales”, además de conducir en ciertos casos a ansiedad social, “donde el miedo a una evaluación negativa o la incomodidad causada por el contacto visual exacerba los sentimientos de insuficiencia social”. Una fobia social que desgraciadamente, muestran informes como el del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos realizado tras la pandemia, ha ido creciendo en los últimos tiempos. La pérdida de miraditas y miradas nos destruye.
Pero no todo está perdido. Según Perry, hay varias estrategias que puedes seguir para incorporar más contacto visual a tu vida, empezando por establecer zonas u horarios libres de tecnología. Yo, por ejemplo, trato de no sacar el móvil en el bus, en el metro o en la calle a menos que sea necesario. Parece una tontería, pero me vincula al mundo que me rodea. La segunda estrategia consiste en realizar ejercicios de contacto visual con gente de confianza. Verás lo extraño que resulta al principio y lo mucho que descubriréis después. Por último, está la comunicación consciente. Si hablas con alguien habla de verdad. Mírale. Permanece presente. Olvídate de la pantalla. Conectaréis infinitamente más.