Fui a Indonesia a descubrir por qué las mujeres se secan la vagina y decidí probarlo

Siento mi cuerpo tenso, como si quisiera echar a correr sin mirar atrás. Supongo que de eso trata el miedo, o al menos, la incertidumbre de un viaje que estoy a punto de iniciar. 

Siento mi cuerpo tenso, como si quisiera echar a correr sin mirar atrás. Supongo que de eso trata el miedo, o al menos, la incertidumbre de un viaje que estoy a punto de iniciar. Preparo esa mochila que me acompañará durante dos meses por las islas de Indonesia, descubriendo la sexualidad de su sociedad. Y lo haré en moto, para darle más intensidad al asunto.

Madura es una isla pequeña donde viven más de 3.500.000 personas. Su principal religión es el islam y, de hecho, la mayoría de las mujeres llevan hijab o kerudung, aunque no es obligatorio. Llego desde Java, cruzando el puente más largo de todo el sudeste asiático; el Suramadu. Una vez en Madura, empiezo mi investigación. Lo hago entrando en un pequeño local lleno de telas, pastillas, frutos secos, tabaco y sobres de café. Quiero comprar y ver en persona el Tongkat Madura, uno de los principales motivos que me han traído hasta Indonesia.

El Tongkat Madura y su tradición centenaria

Desde hace cientos de años, las mujeres maduresas llevan utilizando el conocido Tongkat Ajimat Madura o Pasak Bumi. Es una especie de cigarrillo liado, en cuyo interior encontramos una mezcla de hierbas propias de la región. Pero, espera, porque debes estar imaginando este cigarrillo en unos labios que no corresponden. Baja un poco más. Tradicionalmente, el Tongkat Madura se introduce en la vagina durante unos minutos antes de mantener relaciones sexuales. Aviso: No se mete entero. Con tres cuartos es más que suficiente.

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La herboristería y mi compra de jabones y pastillas secantes

Ando un poco perdida en este pequeño local. Todo está lleno de detalles y el idioma me dificulta la búsqueda. Pregunto a un hombre que parece trabajar aquí."Tongkat Madura? What for?", me dice el encargado. Tardo unos segundos en encontrar la respuesta menos chocante. Pero, acto seguido, -y tras ver mi cara de circunstancias-, una mujer me explica que el Tongkat Madura está prohibido en la isla y ha sido retirado por el  Departamento de Salud del mercado porque puede provocar cáncer de cérvix. "Normal", pienso. Meterte en la vagina un cigarro que es capaz de eliminar todo el flujo en 2 minutos y aumentar la testosterona en un 440% no debe ser muy sano.

"But we have other things like Tongkat", me explica el hombre. Vamos, que tienen cosas parecidas. Así que adelante con todo. Me enseña un jabón natural alargado y redondo que las mujeres utilizan en las duchas y me ofrece unas pastillas para que hagan el efecto a nivel interno. Con este combo, mi vagina será una lija. Compro.

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¿Por qué las mujeres de Madura se secan la vagina?

Sí, la misma pregunta me hago yo. Entro en un par de tiendas y hablo con las mujeres de allí. El principal motivo es la tradición, algo que ha pasado de generación en generación y que para ellas, no es nada extraño. Evidentemente, para el resto del mundo, sí lo es. Le atribuyen un supuesto factor higiénico, ya que las mujeres indonesias creen que la humedad ahí abajo les provoca enfermedades.

Pero, ante todo y sobre todo, su principal motivación es proporcionar placer a los hombres. Tanto el Tongkat Madura como los productos similares, al secar de forma extrema la vagina, empequeñecen las paredes internas, provocando una sensación supuestamente semejante a la de ser virgen. Algo que, por lo visto, vuelve locos a los hombres de Madura. Y, como valor añadido, aseguran que perfuma tu zona íntima, pues elimina el olor natural.

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A punto de abandonar la isla, me paro brevemente en un centro de belleza y pregunto sobre el tema. Un chico joven y muy simpático me explica cómo lo hacen. Resulta que no solo existen los jabones, pastillas y cigarrillos naturales, sino que también hay algo llamado V-Spacuya finalidad es la misma: Modificar el olor vaginal y secar la zona. En los centros de belleza, el procedimiento es diferente. Les pregunto sobre el proceso y me preparan todos los instrumentos necesarios para ahumar mi vagina. Queman un trozo de carbón, añaden unas hierbas específicas, ponen todo en el interior de una caja de madera y comienza a salir humo por el agujero de la parte superior. Ahí es donde te tienes que sentar, totalmente desnuda, con tu vagina al aire, para que se produzca... la 'magia'.

Una mujer mayor que está en el centro me explica que ella lo hace, al menos, una vez al mes. Y que le da muchísima confianza en la cama, claro. Está convencida de que esto le dará más placer a su marido y que encima, olerá mejor. Qué cosas.

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Ahora me toca a mí

Después de 3 horas conduciendo e intentando no morir por el peligroso tráfico de Surabaya, llego al hotel y me dispongo a darme una ducha para probar cómodamente este jabón vaginal que me ha costado 3 céntimos de euro. Utilizarlo no tiene mucho misterio: Simplemente, tengo que enjabonarme la zona, dejarla con la espuma durante un minuto y enjuagar. Vamos a ello.

Me ducho, enjabono hasta que sale un poco de espuma y me lo dejo el tiempo justo. Al retirar, no noto la vagina especialmente seca. Supongo que tendré que probarlo varias veces.

Sin embargo, pasados unos cinco minutos, empiezo a notar como mi vagina se hace cada vez más pequeña. Una sensación tan jodidamente extraña que me detiene delante del espejo durante un rato. Miro mis labios vaginales y compruebo que están completamente pegados. Siento como mi clítoris se arruga y que, al tocarme, tengo la zona áspera.

El olor es muy fuerte y nada agradable. Huele a hierbas, pero no a flores. ¡A hierbas! Estoy dos minutos sintiendo mi vagina así hasta que decido ir corriendo a ponerme lubricante. No lo puedo soportar. ¿Y si, estando así, tuviese que mantener relaciones sexuales? Creo que sería tremendamente doloroso y nada placentero, al menos para mí.

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Me meto en la cama y apago la luz. No paro de pensar en lo que he vivido hoy, en el impacto que esto ha provocado en mí. Si damos por válido que los hombres disfrutan más del roce con las zonas comprimidas y cerradas -ya que ejercen más presión sobre el cuerpo del pene-, la lógica me lleva a la conclusión de que la preocupación de las mujeres indonesias en el sexo se centra exclusivamente en proporcionar el máximo placer al hombre. Por tanto, creen que así, secándose las vaginas, podrán gustar aún más.

Pero, ¿y qué pasa con su disfrute? Ellas aseguran que no les duele, pero, al probarlo en mi propia piel, quedo muy lejos de estar convencida. Más tarde, pienso que las mujeres occidentales no estamos tan ajenas a estas locuras; desodorantes, jabones vaginales, lubricantes de sabores, perfumes y demás químicos que modifican nuestro olor para que seamos más... ¿apetecibles?. Tras la experiencia, me quedó muy claro el trasfondo del asunto: la tradicional limpieza vaginal indonesia no es otra cosa que un nuevo caso -extremo, eso sí- de la inquietud por parte de la mujer en gustar y satisfacer al hombre. Una motivación que, en este caso, puede llegar incluso a poner en riesgo la salud de su zona más íntima. 

Crédito de la imagen: Alberto Frost