Decía Alejandro Sanz que "nuestro amor era igual que una tarde de abril, que también es fugaz como ser feliz". Efímera y pasajera felicidad, pero tan nuestra, tan aquí y ahora. Nunca he sido fiel defensora del carpe diem, yo, la persona más cuadriculada que podría existir, y tropecé contigo. Con mi antagonista por excelencia y a la vez la persona de quien no puedo escapar, y sobre todo, es que no quiero hacerlo.
Dicen que somos como el día y la noche, y ya quisieran ellos ser como nosotros, pues nunca la luz que proyecta el día tropezara con la magia de las estrellas. Sin embargo, tú y yo convivimos, coexistimos como estrellas fugaces que danzan junto al Sol más brillante, haciendo de nuestras diferencias la más vil de las fortalezas.

Como caminos que se cruzan para seguir sendas completamente diferentes, esas son nuestras vidas. Dispares y con muy pocas cosas en común, y es que dicen que los polos opuestos se atraen, pero nadie habla de lo que ocurre una vez chocan y se encuentra. Esa atracción fatal, ese amor que sé que más temprano que tarde acabará por romperse. Ese amor que es tan fuerte, tan grande y a la vez tan complicado de sustentar. Ese amor que nos hace sentir dichosos y a la vez las personas más desafortunadas sobre la faz de la Tierra. No es solo que tengamos diferencias es que algunas son irreconciliables, estilos de vida que nada tienen que ver, costumbres y gustos que son prácticamente imposible poner en el mismo aura.
Pero si en algo coincidimos es en querernos. En estar aquí y ahora, aunque yo sepa que esto es una cuenta atrás, y pese a que tu mirada así me lo confirme. En amarnos y disfrutarnos como sabemos que no lo haremos con nadie más. Porque otros labios podrán besarte pero no recorrerá un escalofrío por tu piel si no son los míos. Porque prefiero gastar mis fuerzas en pelear contigo, que en estar tranquila por una eternidad. Porque encontrarás a alguien que siga tu mismo camino, tus gustos y tu forma de vida, pero no seré yo quien desde una dirección paralela te tiente a vivirla conmigo, a transitar por un limbo que solo nos pertenece a nosotros. Porque podré casarme y tener una familia tradicional y estable y alcanzar así todo lo que soñaba, que no pasará un solo día en el que no cierre los ojos y añore tu bravuconería acompañada de la dulzura que siempre tienen esos ojos en los que me perdí.

Si tengo que elegir entre tu caos y mi paz, elijo ser un desorden, elijo ser amor en los brazos de quien me ama con frenesí y pasión, quien se tambalea entre la locura y la cordura por besar nuestras diferencias, quien decide abrazar cada una de nuestras semejanzas para que no escapen nunca. Si tengo que elegir entre comenzar una nueva andadura o seguir a tu lado, te elijo a ti, porque sé que si algún día nos separamos, no pasará ni uno solo en el que no te piense, ni un solo día en el que no me arrepienta de no haber seguido coleccionando momentos con quien sembró el amor en mi corazón que cultivaré hasta el final de mis días.