Los hay que son muy echados para adelante a las dos de la mañana y quienes prefieren la complicidad de un paseo al atardecer. Están esos que siempre tienen una broma a mano, una carcajada a punto, los hoyuelos en el punto exacto en el que se convierten en irresistibles. Existen aquellos que tienen facilidad para ligar y también los que tienen facilidad para que los liguen.
Hay tantos tipos de aproximaciones a las relaciones o flirteos como individuos. Ahora bien, ese que nunca falla en cada círculo de amigos es aquel que dice que no quiere tener pareja. Que si a ella "le sobra todo", que si él "va más que servido", pero, en realidad, lo que le pasa es que tiene miedo al rechazo.

Porque no querer tener pareja es una decisión tan buena o mala como cualquier otra. Y, desde luego, mucho más sana que la de quienes buscan a la desesperada alguien con quien pasar el rato en una relación que solo aspira a maquillar las carencias propias. Por eso, no querer tener pareja puede ser una muestra de autoafirmación, o una necesidad temporal, o el proceso de duelo tras haber sido herido en un episodio anterior.
Esto es, sin embargo, muy distinto a aquellos que usan la excusa de que no quieren tener pareja porque realmente están inseguros. Lo dicen con la misma vehemencia que los otros, pero quien los conoce de verdad sabe que a ella le encantaría seguir viendo a ese chico y que él se muere por llamarla de nuevo. Pero no, no quieren tener pareja, dicen. Aunque lo que de verdad deberían decir para ser honestos es que sí, que claro que quieren tener pareja, o intentarlo al menos, que están hartos de cortar las cosas antes de que empiecen, pero que lo cierto es que no pueden.

Porque abrirse a otro significa transitar por un sendero de vulnerabilidad para el que no están preparados. Porque él es maniático y ella respondona, y él le da demasiadas vueltas a las cosas y ella necesita más atención de la que dice. Y, si tienen una relación, el otro lo va a notar y entonces ya no querrá tener una relación. Así que mejor ni intentarlo, piensan. Total, no va a durar, no va a ir a ningún lado.
Pero, lo cierto es que es la inseguridad quien está hablando por ellos. Cada vez que repiten que no quieren tener pareja quienes están hablando son sus complejos, sus miedos, su autoestima asesinando cualquier resquicio de aceptación y disfrute. Sin embargo, no están solos. Muchos temen lo que el otro pueda pensar después de conocerlo. Porque, incluso para los expertos en tontear a las dos de la madrugada, siempre hay una mañana a la espera. Y temen que su encanto se evapore entonces.

Aquellos que siempre tiene una broma de la que echar mano, en lo más profundo de su corazón tienen miedo de que al otro no le guste su tendencia a la seriedad y la organización en el día a día. Todo el mundo teme. Es parte del proceso que lleva, o no, a una relación. A veces sale bien y a veces no. Porque, no es solo que al otro no le gustes tú, es que a ti puede que el otro no te guste una vez que lo conoces. Entonces sí es posible que sea verdad que no quieres una relación. Pero hasta entonces, todos merecemos tiempo. Y tú te mereces que te conozcan.