Woody Allen no escribe ciencia ficción. Sus personajes se lían entre ellos, intercambian parejas, se van con la prima del amigo o se quedan con el marido de la amiga...así hasta la saciedad. Quizás por eso he empezado a ver la vida como una tragicomedia, porque, en mi círculo de amigos, parece que nos hemos tomado muy en serio lo de que ‘compartir es vivir’. Es bien sabido que a cierta edad pasas de intercambiar cromos de Pokémon a intercambiar fluidos, pero a veces me parece que se nos está yendo de las manos lo del ‘sile, nole’.
Este era el panorama de mis relaciones sexo-afectivas hace diez años:

Por si te lo preguntas, es un Mondrian.
Ordenadito, separado. Cada loco con su tema, amistad y sexo-amor parecían tener categorías claras y distintas. Esto representa mejor cómo son ahora los vínculos en mi círculo de amigos y conocidos:
Este un Pollock. Pero ese no es el tema.
En efecto: un puto cuadro. Con el tiempo nos hemos liado todos con todos, quien más quien menos ha estado ‘enrollado’, ‘enamorado’ o ‘ha salido’ con alguien cercano a sus amistades más íntimas. Mi amiga está saliendo con un chico con el que estuve liada durante meses, y yo misma me he liado varias veces con el ex de otra colega. Se sabe, y puede escocer al principio, pero lo vamos llevando.
Por no hablar de la cantidad de deslices de una noche que ha habido entre nosotros o con otras personas más o menos cercanas, y la de veces que hemos estallado en risas ante una frase tipo "¡Ah! te has liado con es@? Yo también, el verano pasado!" Sé lo que pensáis: almas de cántaro, ¿qué significa este libertinaje? ¿Es que no hay otras personas en el mundo? ¿Queréis que os salgan hijos con cola de cerdo? Por suerte, la endogamia requiere de vínculos sanguíneos.
Yo no sé si es porque somos unos cachondos perdidos o si es algo natural, si es que esta ciudad Barcelona parece un pueblo o qué, pero este fenómeno tiene pinta de ser imparable. Os contaré otro caso real de círculo de amigos revueltito: Carlos, Ricky, Marta, Lucía y Pablo se conocían desde los dieciséis años. A los veintiséis, Ricky se casa con Marta. Tienen una hija y después Ricky y Marta se separan. Marta está muy triste, y su mayor apoyo es Carlos. Contra todo pronóstico, se enrollan y acaban enamorados.
Ricky tarda un tiempo en procesar que su ex-mujer esté con su amigo, pero ¿qué le va a hacer? Al fin y al cabo, él está ya con otra persona. Marta y Carlos pasan juntos seis años convulsos, y de su relación rota quedan las fotos y un bebé gordito. Al cabo de diez años Carlos se casa con Lucía, que resulta ser... la exmujer de Pablo. El bebé gordito era yo, esta es la historia de mi familia y, en plan ING, ‘cada día la de más gente’.
Nada es tuyo, nada es mío¿Cómo repartimos los amigos?
¿Cómo repartimos los recuerdos de este amor?"
- me da vergüenza decirlo, pero qué coño: es una canción de Ella Baila Sola
Por más que te abras al mundo, te mudes y conozcas chochocientas almas que te despierten interés, puede que acabes con una persona que ya conoces de toda la vida, y todavía ni lo sepas. Cuando piensas que tienes todas las hipótesis de tu vida más o menos bajo control, el tiempo pasa y surge una situación en la que parece completamente natural que pase algo con alguien que jamás habrías imaginado.
¿Es eso bueno o malo? Pues francamente, ni fu ni fa. Pero claro, no es fácil amar sin un sentimiento de posesión en el espacio-tiempo: parece que no podemos evitar pensamientos como "tal persona ha estado conmigo, así que me pertenece, tiene mi sello en la cara, tienes que pasar por recepción a pedirme permiso si quieres relacionarte con ella de manera sexual o emotiva". Quizás deberíamos relajarnos en ese aspecto. Tampoco me flipo: todo depende de cuándo y cómo se produzcan estos ‘cruces de historias’, a mi no me es indiferente que mi ex se vea con mi amiga.
Pero a esta pequeña molestia no le busco un razonamiento más allá de la inseguridad que produce ver que esa persona puede ser feliz sin ti. Parece que eso nos "desvirtúa" y nos deja en segundo plano, pero eso es absurdo: sus razones tendrán para gustarse, y de hecho si nuestras personalidades se retroalimentan con las de nuestros amigos, es normal que te atraiga gente con la que compartes experiencias, recuerdos y formas de ver la vida parecidas.
Lo que me ha enseñado todo este panorama es que aunque nos inventemos el cuento chino de que hay ‘una persona’ a la que estamos destinados a amar, la realidad es más triste y a la vez más tranquilizadora: con el tiempo, el cuerpo y la mente eligen por ti muchas veces, y se acaban interesando por lo que te hace sentir a gusto. ¿O quizás es al revés, y nos liamos con amigos porque nos gusta lo prohibido, lo impensable, lo que ‘no viene a cuento’ ? No enloquezcas, la respuesta no es tan importante.
Al final, la razón primaria y fundamental de todos nuestros líos y ‘pollos relacionales’ es que estamos vivos, somos animales y estamos programados para dar y recibir cariño, sea una noche o todas las de una vida.