No importa si has aparecido para toda la vida o para un rato, lo único que sé ahora mismo, es haber tenido la suerte de conocerte. En el instante en que nuestros caminos se cruzaron, un impulso nos llevó a vivir la que se convertiría en la más bonita de las casualidades.

Porque es justo en el instante, en el que sabes que alguien te hace mejor persona, cuando das las gracias porque haya aparecido en tu vida. Cuando eres entonces consciente, de que todas tus heridas del pasado van sanando a una velocidad vertiginosa. Cuando tus sentimientos encontrados, comienzan a unirse formando un mosaico único e inigualable, formando nuestra propia obra de arte sentimental.
Si tengo que corroborar mis palabras, no sabría por dónde empezar. Aunque podría mencionar, como en cada gesto que me hacías, me arrancabas un trozo de mi alma cual truhan zalamero. O cómo era incapaz de evitar, que tus ojos me desnudasen en cada cruce de miradas. Cómplices e inauditas. También podría explicar, cómo eres capaz de hacerme sonreír a diario aunque me saques de quicio. O por qué en el momento en que me engrandeciste como persona, supe que si llegaste a mi vida, era para no salir jamás de ella.
Y ahora me pregunto, ¿dónde estabas? Esa pregunta que tanto ha rondado por mi cabeza, como en una espiral infinita. Dónde conseguiría hallar una piel que hiciera arder mi mente, y que quedase grabada en mi retina, con una sencilla y sutil caricia. Dónde podría haberme cobijado mejor, que en tus brazos que sostenían cada una de mis caídas y acariciaron mis alegrías.

Si bien a veces en la vida, no todo son elecciones. Hay acciones inevitables, como la pasión desbordada entre dos personas que son incapaces de decirse adiós. O quererte sin querer, pero queriendo. De forma impulsiva y desmedida, sin percatarme del mañana.
En cada momento de risa incontrolada a tu lado. En los besos furtivos antes de cruzar un semáforo. En los momentos en que las palabras nacen al unísono de nuestros labios. En mantener los ojos encandilados y la sonrisa eternamente tatuada. En los momentos en que un sinfín de sensaciones recorren mis terminaciones nerviosas. Es cuando sé, que sin saber nada, me quedaría a vivir en ti.
Porque tal vez no te quedes a acompañarme el resto de mis días. Porque puede ser que mañana y sin previo aviso, decidas traspasar la puerta sin un adiós. Porque aunque no pueda ver más allá del aquí y ahora, seguiré repitiendo que tú, eres la suerte de mi vida.
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