No creo en la monogamia. En la sociedad donde vivimos, se hace complejo entender este tipo de cosas. Quizás por eso hay tantos divorcios, tanta gente amargada y tantas infidelidades. Porque a pesar de estar en una relación estable, todavía me seguían excitando diferentes hombres y mujeres. Y eso estaba mal. Mis conocidos decían que ya no estaba enamorada. Y sin embargo yo lo estaba hasta la médula pero, en mi interior, separaba el amor del sexo con una línea muy marcada donde conocía perfectamente el límite.
Siempre había pensado que las relaciones abiertas eran o para pervertidos o para hippies. O existía el mundo swinger y del intercambio de parejas, algo que personalmente, no me gusta; o existía el mundo del amor libre y el poliamor. Ninguna de las dos opciones encajaba con mi teoría sobre el amor, así que estuve muchos años callada sin comunicarle a mi pareja lo que me ocurría.
Una escalera mecánica cambió nuestra vida sexual
Llevaba cuatro años con mi pareja y nunca habíamos hablado sobre nuestra visión de las relaciones. Y eso tiene delito. Estábamos tan cegados por la doctrina social, que ni tan siquiera nos habíamos parado a pensar en lo que nosotros queríamos. Un día de compras en un centro comercial, subiendo unas escaleras mecánicas eternas, se desarrolló la conversación que cambiaría nuestra relación. “Ese tío me pone muchísimo, ¿a ti te importaría que me lo follara?”, le dije. “¿A mí? no”, me contestó. Y nos quedamos en silencio. A partir de ahí, empezamos a opinar sobre nuestra visión de las relaciones y ambos estábamos en lo mismo: el amor y el sexo pueden ir por separado. No queríamos tener otra persona en nuestra relación, ni queríamos intercambiarnos con otra pareja. Si alguna vez sentíamos deseo hacia otra persona, simplemente nos la follaríamos. Y punto.
La comunicación, algo imprescindible
Creo que estar en una relación distinta a la normativa te hace más libre y más compenetrado con tu pareja. Vosotros dictáis las normas y las leyes de vuestra república independiente. En nuestro caso, decidimos que la comunicación era algo imprescindible. Cada vez que sintiéramos deseo por una persona, o que conociéramos a alguien o que nos acostáramos con él o ella, nos lo diríamos. Siempre. De hecho, si algún día nos engañamos, se acaba la relación. Sin más.
Comunicar a tu pareja lo que quieres en cada momento es algo vital para que la relación prospere y dure.
Una relación de no exclusividad sexual
Cuando empezamos a conocer gente o a explicar a nuestros amigos el tipo de relación que tenemos, se hizo complicado expresar brevemente nuestro trato. Lo que más se asemejaba era decir que teníamos una relación libre pero no poliamorosa, ni swinger. “Es algo complicado”, confesábamos. Finalmente, un día mientras viajábamos en moto, le grité que ya sabía cómo llamar a nuestra relación. “Tenemos una relación de no exclusividad sexual”, le dije.
Este tipo de relación me ha cambiado la vida a mejor. Puedo estar en armonía con mis creencias y mis pensamientos, con mis instintos y con mi pareja. Aunque muchos amigos no lo han llegado a entender, todos nos envidian por la compenetración y la valentía de romper con lo establecido y crear algo nuevo, algo propio. Y creo que eso se debería hacer siempre. Expresar nuestros pensamientos y vivir la vida a nuestro modo es la clave para ser felices. Y nosotros lo somos, ni te imaginas cuánto.
Crédito de la imagen: Tim Swallow