La vida es un viaje que a veces elegimos recorrer junto a alguien. Alguien que nos complementa, que nos acompaña, que nos divierte, que nos hace felices. El caso es que, a veces, a mitad de ruta ese alguien puede que haya dejado de complementarnos, puede que haya dejado de acompañarnos o haya decidido que quiere desviarse por una ruta alternativa. Ya no nos divierte, no nos hace felices.
En realidad, lo más sencillo en ese momento sería estrechar las manos y desearnos suerte al pie del cruce que deberá separarnos, pero a veces, por alguna razón inexplicable, se nos hace absolutamente imposible decir adiós.
Arrivederci, Aloha
De pronto,no solo no podemos despedirnos, sino que nos parece increíble que un tiempo atrás hubiéramos viajado solos. Así que intentamos seguir adelante como sea, ignoramos el miembro que le acabamos de amputar a la relación y seguimos arrastrándonos dejando la gangrena al descubierto. Era difícil decir adiós, pero en un instante de lucidez hemos decidido que seguir caminando con un muñón será una fiesta. ¡Y que viva el amor tullido!
No estamos hablando de no luchar por una relación, o no tratar de enfrentar dificultades y superarlas, ya que todas las parejas pasan por momentos mejores y peores. Pero es importante hacer balance y valorar si esa persona nos está dando más ratos felices o infelices.
No, pero yo voy a cambiarlo/a
Otro error. Debemos comprender que no podemos cambiar a alguien hasta la raíz, no podemos convertirlo en otra persona distinta. Una cosa es adaptarse, ceder terreno de manera equilibrada, y otra distinta que te pidan que te transformes en Brad Pitt. Deseo muy legítimo, pero petición completamente descabellada. Deberíamos aceptar a las personas tal y como son, o si no buscarnos a otro alguien. Lo que nos devuelve al...
...Adiós
Fue bonito mientras duró. Si lo cerramos así, antes de corromperlo todo, antes de que lo emborronemos de frustración, miedo y absoluto desamparo, entonces puede que el viaje juntos haya merecido la pena. Puede que seamos capaces de recordar los instantes bellos, las cosas que aprendimos, las veces que reímos hasta caernos al suelo, los viajes, aquella noche de sexo descontrolado, y la preciosa vez que fuimos a Ikea juntos y no discutimos. Recordar cuando nos cogíamos de la mano, para poder soltarla hoy. Ahora sí cada uno pueda seguir su viaje.
Bon voyage!
Imagen: Alberto Polo