Esta carta abierta es para ti, que dejaste de luchar por un "nosotros", y te quedaste dividido entre el "tú" y el "yo". Para ti, que olvidaste que una relación es trabajar en equipo, y creaste con tu pareja un juego de competición, una lucha de egos. Para ti, que te pones medallas cada vez que haces algo por ella, y olvidas muy deprisa todo lo que ella ha hecho por ti. Para ti, que piensas que ganar implica que otro pierda, y por eso te esfuerzas en que él te quiera, en vez de en quererle tú. Esta carta abierta la he escrito para ti, que tiraste tantas veces la toalla antes de llegar a la meta, y ahora ya ni te esfuerzas en correr, porque piensas que si alguien tiene que luchar es el otro.
Entiendo que luchar por un "nosotros" pueda dar miedo, porque a veces uno apuesta y pierde, o descubre que era el único que luchaba por esa relación. Es normal que no quieras luchar, si te has cansado de tropezar siempre con la misma piedra, la de cada ruptura, porque todas las historias anteriores han acabado ahí. Pero hoy quiero recordarte que, como dice Sabina, no existe el amor sin espinas. Que no existen las medias naranjas, sino las macedonias. Hoy vengo a decirte que de nada te sirve ganar las discusiones si acabas durmiendo en el sofá. Porque vale más la pena ser no existen las medias naranjas, sino las macedonias que tener razón. También quiero decirte que no es lo mismo amor propio que egoísmo, y que hacer equipo con otra persona no implica perderse en el otro, sino todo lo contrario.
"De nada sirve ganar las discusiones si acabas durmiendo en el sofá".
A veces cuesta volver a confiar cuando te han traicionado, y cuesta abrirse cuando antes alguien te ha manipulado. Es normal querer asegurarte el pan del plato, cuando siempre has compartido la mesa con buitres. Es normal que quieras proteger tu cuenta corriente, tu salud y tu espacio vital, pero no olvides que por mucho que te protejas, la vida siempre es riesgo, y que son los riesgos y las relaciones las que te enseñan que solo puedes llegar más rápido, pero acompañado puedes llegar mucho más lejos.
La buena noticia es que por muchos riesgos que haya, siempre puedes mantener una fuerza interior que resista a cualquier tormenta, una autoestima que no se deje vencer por ningún desamor ni fracaso. Por eso creo que llegará el día en que no te dé miedo tirarte a la piscina, porque habrás aprendido a diferenciar el agua de los espejismos, y a mantenerte a flote sin dejar de mojarte.
No se aprende a nadar mirando el agua, sino mojándose, y a base de amores equivocados, apuestas malogradas y confianzas truncadas, aparece alguien que merece la pena. Alguien que sabe que "nosotros" puede ser mucho más que tú y yo, y que está dispuesto a derramar hasta su última gota de sudor por formar ese "nosotros" contigo.
Crédito de la Imagen: Erin Bobbitt