No, no mires para otro lado. Hablo de ti. No de nosotr@s, sino de ti. Tienes una cuenta pendiente con alguien, lo sé bien. Por mucho que te lo niegues, la tienes. Venga, que acabas de pensar justo en esa persona. Oh, claro…. seguro que es casualidad nótese la ironía. Te lo confirmo: tienes una espina clavada.
Sí, he dicho espina. Porque eso es justo lo que te pasa, que hay personas que se convierten en espinas. Las tenemos dentro y las asumimos como ese ‘algo’ que nunca hemos vivido. Quizá tan solo son una noche de pasión. Quizá algo más. Pero ahí están enquistándose con nuestras idas y venidas por no coincidir en tiempo, espacio e interés.
Piénsalo: más de siete mil millones de personas en el mundo. Como comprenderás, no es tan fácil coincidir con una con la misma intención en el mismo momento. Un segundo. He dicho siete mil millones de personas en el mundo pero, ¿entonces por qué pienso en ti? Exacto. Te vas acercando al concepto ‘espina’.
Piensas en esa persona porque no la has podido tener. No porque te haya rechazado. Esas se olvidan muy fácil. Se llama ‘pasar página’. Un no, duele pero, a la larga es más fácil de digerir. Ponemos punto y final porque no hay más opción que la supervivencia. Sin embargo, saber que dos personas se desean —¡y qué decir ya si encima hay sentimientos!— pero que las circunstancias —inventadas o reales que, para ser justos, ¡hay que admitir que justificamos mucho, chicos!— les han sido adversas y por eso esta historia por tiempo que pase no prescribe…. Uff, es que si además le ponemos un puntito a lo Escarlata O’Hara, cómo no va a pinchar esta espina... ¡Que una pequeña dosis de drama le da todo el morbo!
Es así. Y me da igual lo trascendente o insignificante de vuestra relación. No me importa que me jures y me perjures que pasas, que no piensas en ella cada día. Incluso, que estás con otras personas. Que te has vuelto a enamorar. Porque en cuanto se acaba esa historia, vuelve a aparecer. Y, ¿sabes por qué ocurre eso? Porque, en realidad, nunca se fue del todo. De una u otra forma, siempre ha estado ahí. Qué más da que no sepas si seríais compatibles, si crees que no encajaríais o que pienses que seguramente es solo una atracción fatal, solo sexo. El caso es que no lo habéis resuelto. No os habéis atrevido, no habéis podido o, a lo mejor, es que estáis esperando una señal divina como que te la encuentres por casualidad en el chino de debajo de tu casa, que si vive en Almería y tú en Madrid, ya te adelanto que no va a pasar mañana perdón por el spoiler.
La pregunta es: ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo le vas a otorgar ese espacio que no existe en tu vida? ¿Hasta cuándo vas a imaginar cómo sería estar con ella aunque fuera una vez? ¿Hasta cuándo vas a mirarla en la distancia porque así estás bien, porque no la conoces lo suficiente —quizá— para que duela pero ya ha despertado algo que no puedes olvidar?
Hasta cuándo… Tú decides. Te confieso que yo prefiero cicatrices por sentir, que el sinsabor de una vida plana. Porque, además, l@s dos sabemos que las espinas se van clavando poco a poco. Y, si llegas tarde, quizá será tu espina para siempre. Tu eterna cuenta pendiente. Incluso aunque la olvides, incluso aunque no la quieras.