La epidemia del apego emocional es escandalosamente común y en muchos casos, pese a lo nocivo de la relación, somos incapaces de ponerle fin. Sabes sobradamente que la persona con la que estás compartiendo tu intimidad no te trata bien, no congeniáis o, incluso, eres tú quien ha adquirido vicios insanos hacia tu pareja. Pero no te atreves a cortar. Buscas el camino fácil: el alivio, pero no la cura. Bienvenido al mundo de los adictos afectivos.
Si realmente quieres liberarte de esa relación que no te deja ser feliz, puedes hacerlo. 'Solo', porque ya te adelanto que no será un camino fácil, tienes que desbloquear la puerta que no te deja dar el siguiente paso. Aunque creas que ya has condenado tu vida a esa persona y te preguntes por qué te ha tocado a ti tener esa relación que nunca deja descansar tus alterados nervios, no es imposible salir de ahí.

Lo complejo del asunto reside en una incompetencia total para resolver el abandono o la pérdida afectiva. Es decir: o nos resignamos a la ruptura o permanecemos, inexplicable y obstinadamente, en una relación que no tiene ni pies ni cabeza. Ambas cosas van a doler, pero para qué sufrir en soledad si ya lo hacemos acompañados. El miedo y las dudas te asaltan. ¿Y si después me arrepiento? Por eso, para superar la adicción afectiva, hay que hacer del amor una experiencia plena y saludable.

La dependencia desgasta y enferma, y es una pésima inversión que convierte a tu ser libre en un guerrero que lucha constantemente contra sus propios demonios. Con el tiempo, estar mal se convierte en costumbre y el estado emocional se transforma en la pérdida de la confianza y la autoestima.
Si crees que lo vuestro todavía tiene cura, primero debes aprender que 'la intensidad emocional' es la variable más importante y peligrosa de la ecuación, pero no es la única. El respeto, la sinceridad, el humor, la sensibilidad y la confianza sumarán siempre en vuestro favor. Por lo tanto, has de aprender que en el equilibrio están las premisas clave para una relación sana: interés, no control, independencia, no posesividad. No podemos vivir sin afecto, pero sí podemos querernos sin esclavizarnos, libres de obligaciones y abiertos a propuestas fuera de regímenes dictatoriales.
La casuística del amor está llena de individuos que lograron saltar al otro lado y escapar. Si quieres pertenecer a ese porcentaje tienes que empezar por cambiar las viejas costumbres adictivas y limpiar tu manera de procesar la información. Si aprendes a ser realista en el amor, si te respetas y desarrollas autocontrol, empezarás a gestar tu propia revolución afectiva. Para poder amar has de aprender primero a saber amarte a ti mismo. Sí, eso que parece tan tópico resulta que es el billete de ida al país de 'me quiero y me acepto'.